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...EL MUNDO HA DE CAMBIAR DE BASE. LOS NADA DE HOY TODO HAN DE SER " ( La Internacional) _________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________

10/6/11

EL ARBOL REPUBLICANO DEL CONOCIMIENTO ( Javier Peña)



EL IDEAL DE LA DEMOCRACIA REPUBLICANA
Por  Javier Peña Echeverria

El presente texto constituye el cap 10 de la obra:   “El saber del ciudadano.-Las nociones capitales de la democracia.” Aurelio Arteta (ed.).-Alianza Editorial 2008
Se reproduce con la autorización del editor y del autor.

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Javier Peña Echeverria es catedrático de filosofía moral y política de Valladolid. Estudioso de la teoría de la ciudadanía, ha escrito asimismo “La ciudadanía hoy: problemas y propuestas” (2000) y varios trabajos sobre la ciudadanía y el republicanismo .Es autor de publicaciones sobre la Historia del Pensamiento Político, como La filosofía política de Spinoza (1989) o el volumen Poder y modernidad (2000) como coordinador y coautor.

En este mismo blog señalamos sus comentarios en el video: “Aprender a ser ciudadanos virtuosos” (ver al final de la página)

(Para acceder al texto, clic en “leer más” aquí abajo).

 Son 12   páginas  ¿ Demasiado?. El fundamento de traerlo a este blog  no es sólo una intención  de paideia republicana, es también la confianza  de que somos capaces de ocupar el tiempo para la   reflexión  no sólo haciendo una  lectura rápida de un panfleto, de unos breves slogans publicitarios o  una hoja de instrucciones, como muchos poderes dominantes quisieran acostumbrarnos.


¿Qué significa democracia republicana?

La palabra “democracia” se emplea ordinariamente en sociedades como la nuestra para designar un tipo de régimen que se caracteriza por un gobierno representativo, derechos y libertades de expresión y asociación, una constitución, separación de poderes, etc. Y como se considera que estas instituciones y valores están asociados l liberalismo, se habla también de democracia liberal” para distinguir así este régimen de otros  que invocan también la etiqueta de democracia como las llamadas “democracias populares” de Europa Oriental en época del “socialismo real” o de la “democracia orgánica” franquista. De modo que los términos democracia y liberal han venido a ser sinónimos.

Pero aunque la democracia liberal aparezca hoy  como la única forma legitima de organización del poder, sin una alternativa real a la  vista, lo cierto es que la democracia tal como realmente funciona en sociedades como la nuestra resulta  insatisfactoria a los ojos de muchos ciudadanos que comprueban que a fin de cuentas el gobierno de sus vidas y de sus sociedades queda fuera de su control.

Son tiempos estos de crisis de la política. En las sociedades actuales hay un visible desplazamiento de lo político a una situación marginal, en la que política ejerce funciones limitadas y subordinadas. Los estados, y los agentes políticos en general, son sustituidos en su función de control y dirección de la sociedad por una red mundial impersonal de procesos de comunicación e intercambio económico sin dirección visible. Las políticas estatales tienen ya poco margen de acción ante los imperativos económicos globales. Puesto que la capacidad de intervención de los gobiernos sobre la via cotidiana es cada vez menor, ellos mismos contribuyen, con entusiasmo o con resignación, a la reducción de la esfera publica en nombre de los imperativos de racionalidad económica, la eficiencia  y la competitividad .Miran mas a los mercados que a las demandas de los ciudadanos y se desmantela a ojos vista el Estado de Bienestar. Y complementariamente tiene lugar una privatización de la vida pública. Bancos y empresas regulan la vida laboral y en general la vida social: controlan también la información y el acceso al espacio de la competición política. En cambio  las  instituciones políticas son deslegitimadas por costosas e ineficientes.

Y si el ámbito de lo político queda así  estrechado y desplazado a un lugar secundario, los ciudadanos resultan innecesarios. Las decisiones básicas sobre la vida compartida queda fuera de su control. Lo que la sociedad requiere son individuos que persigan racionalmente sus propios intereses (en particular su éxito económico y el disfrute de sus “goces  privados”; sujetos de derechos y no ciudadanos virtuosos. La política tiene en ese marco un valor puramente instrumental, como medio para obtener la satisfacción  de los intereses particulares y no parece  racional que los ciudadanos inviertan en ello demasiado tiempo y esfuerzos. Así lo entienden los votantes de las sociedades democráticas mas desarrolladas, quienes, conscientes de su insignificancia política ( y quizás también de la insignificancia de la política) se abstienen de votar o votan según lo aconsejan sus preferencias  particulares inmediatas. Todo ello, por cierto, con el aplauso de teóricos que encuentran  en  la apatía y volubilidad del electorado  un síntoma un de madurez democrática, en contraste con la rigidez ideológica de los votantes durante e la primera mitad del siglo XX. Se aprecia una extendida insatisfacción frente a la vida pública, unida a un generalizado distanciamiento de los ciudadanos ante la política


Pero esta reducción   de la política tiene inconvenientes. En primer lugar no lleva consigo la desaparición de los problemas públicos (como los del medio ambiente, la marginación social, o la salud de la población) sino que se limita a poner su solución en manos de intereses privados, o en todo caso la abandona a la situación anárquica propia del “estado de naturaleza”.Además, no implica mayor libertad individual sino indefensión de los ciudadanos ante poderes sobre los que no tiene capacidad de control                              
Es una situación que se agrava aun más porque los sujetos modernos están moralmente desarmados. Atrapados en la jaula de hierro de un sistema económico que no reconoce otro valor que la productividad y la eficiencia, aislados e incomunicados, los individuos reaccionan, según su situación, ya con estallidos ciegos de agresividad, ya sea con reacciones defensivas particularistas frente a inmigrantes y marginados, o en el mejor de los casos, volcando su compromiso en actividades solidarias propiciadas por asociaciones impolíticas denominadas, significativamente, “no gubernamentales”.

Ante esta situación se han lazado numerosas voces que claman por la recuperación de la política, considerando que solo la revitalización de la res publica   hará que los hombres tengan capacidad de autonomía, de control de su propia vida y puedan abordar los grandes problemas que se le plantean a las sociedades actuales y que no encuentran solución en una sociedad de individuos aislados egoístas. Por poner un ejemplo, el sostenimiento de las redes de protección de los Estados d e Bienestar depende de la solidaridad de ciudadanos comprometidos con objetivos públicos y que no estén únicamente atentos a su interés particular

Todo ello ayuda a explicar el hecho de que la teoría política  actual se vaya hacia la tradición republicana.  Esta, a diferencia del énfasis liberal en que el individuo como tal y sus derechos subjetivos, anteriores a su vinculación política, concibe al hombre primordialmente como ciudadano, es decir, como alguien que se define por su vinculación a la ciudad y para el que la garantía de la libertad estriba en el compromiso con las instituciones políticas y en el cumplimiento de los deberes hacia su comunidad. La experiencia historia de las instituciones republicanas en torno a ellas aportan un modelo normativo de democracia, que puede ser invocado para criticar la democracia liberal tal como se ha desarrollado efectivamente y reclamar otra mas plena y autentica.

Desde luego, hay varios aspectos en la tradición republicana que no pueden ser incorporados a una concepción actual de la democracia. No es de recibo la limitación de la ciudadanía a los propietarios ni el militarismo de muchos modelos republicanos  históricos. Pero esta tradición incorpora elementos, como la valoración de la ciudadanía, la deliberación y el bien publico, que constituyen, por le contrario, rasgos capitales de una noción mas plena de democracia según vamos a ver.

Siendo rigurosos no podemos hablar de una  “democracia republicana” como un modo alternativo absolutamente distinto, caracterizado por instituciones y normas especificas, rotundamente diferentes de las de la democracia liberal. En primer lugar porque muchas de las instituciones y prácticas de nuestras democracias liberales actuales provienen del antiquísimo tronco  de la tradición republicana. Además, porque la democracia liberal tal como la encontramos en las sociedades actuales no expresa cabalmente las tesis de muchas de las teorías democracias consideradas liberales ( Rawls). Y también porque, como muchos  estudiosos han advertido es quizá demasiado esquemática la distinción ente liberalismo y republicanismo como paradigmas hasta el  punto  de que no faltan quienes abogan  por un republicanismo liberal (véase por ejemplo, Sustein, Ovejero y otros). Por no hablar de la variedad de posiciones teóricas  que pueden distinguirse dentro de ambas tendencias.

No obstante es  cierto  que la democracia tiene principios de justificación diferentes en el liberalismo y en el republicanismo. Y claves y acentos distinguibles que se traducen en enfoques y  prácticas dispares. Se trata de formas diferentes de enfocar la democracia y por lo tanto de problemas distintos en su relación con ella. Y lo que aquí nos interesa es considerar el modelo conceptual del republicanismo, en la medida en que puede servir de inspiraron para redefinir y recuperar la democracia.

Por ello, mostraremos primero que este tipo ideal de democracia se asienta en una concepción específica de la libertad política, vinculada a la autonomía pública y no a derechos originarios del individuo como sostiene la concepción liberal. Esto quiere decir, como veremos en segundo lugar, que la libertad  va unida a la igualdad y el autogobierno de los ciudadanos, de manera que la republica democrática es  la expresión más acorde con el ideal republicano. Ahora bien, la democracia republicana no se sostiene solamente sobre las instituciones, sino que demanda un conjunto de disposiciones y actitudes de los ciudadanos como condición de su pervivencia y desarrollo, de la virtud cívica, este será el objeto del tercer apartado. Por último se sostendrá que en  la republica democrática el núcleo es la participación que ha de estar guiada, según la tradición republicana por la deliberación reflexiva.

El concepto republicano de libertad


Un concepto fundamental para caracterizar la democracia republicana y para distinguir el modelo republicano del liberal, es el de libertad. Ambos tienen en su centro la libertad  pero no la entienden del mismo modo.  Y sus diferentes concepciones de la libertad se corresponden con visiones distintas de la relación del individuo con el ámbito publico y por esto también de la democracia.

La concepción liberal de la libertad es una concepción   “negativa” (en términos de la celebre distinción de I.Berlin entre libertad positiva y libertad negativa) . El liberal afirma que uno es libre  cuando no es obstaculizado por otros para hacer algo ( o no hacer) aquello que quiere y puede hacer ( o no hacer).La libertad viene dad, a su juicio, por la ausencia de interferencia ajena en la esfera de acción propia del individuo. Y para garantizar esa libertad, lo que importa es que haya una delimitación clara del ámbito propio de acción y barreras que garanticen ese espacio de autonomía frente a  los demás. En especial frente al poder publico, cuya intervención es necesaria para garantizar  el orden y zanjar los conflictos entre los individuos, pero que constituye al mismo tiempo una amenaza permanente de intromisión en las decisiones libres de los individuos sobre su propia vida. Así que los ciudadanos son libre en la medida en que su actividad esta protegida por una barrera de limitaciones constitucionales y e derechos subjetivos, que impidan la intromisión ajena en sus proyectos particulares. En suma, la libertad liberal esa asociada primordialmente a los derechos, y para el liberal la cuestión de quien gobierna es secundaria e instrumental respecto a la regarantizar la autonomía privada.

La tradición republicana, en cambio, concibe la libertad en relación, con su opuesto, al servidumbre. Los esclavos,. los menores, los dependientes en general, aquellos que están a merced  de la decisión arbitraria  de otro, no son libres. Un sujeto libre “vive como quiere “( Aristoteles), “vive  sin permiso” ( Marx) en el sentido de que no esta a expensas del humor o de la benevolencia de los demás, sin temor a una interferencia caprichosa de estos en su acción. Es libre aquel que es dueño de su vida y no esta a merced de otro, quien disfruta de garantías frente a la interferencia arbitraria de los demás, frene a la vulnerabilidad y la incertidumbre. La libertad no consiste en la ausencia efectiva de regulación- seguramente un dictador benévolo se abstendría de intervenir en la vida privada de sus súbditos- sino en la seguridad frente a la intervención arbitraria; de  sin hecho puede haber una ausencia de interferencia sin libertad e interferencia sin perdida de libertad. En consecuencia Petit ha definido la libertad republicana como no dominación. Pero se puede añadir a esta una caracterización mas positiva, acorde con la tradición republicana. Ser libre, según la formula acuñada por el Derecho  Romano para el ámbito privado, pero extendida al ámbito publico por teóricos republicanos como Spinoza,  ser “sui iuris”, dueño de si mismo y no dependiente de amo. Es la condición que se ha expresado modernamente también  con el término de autonomía, en su doble dimensión de privada y publica.
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Ahora bien, de ahí se sigue que la libertad entendida al modo republicano, no es un objetivo que pueda alcanzar un individuo por si solo. Un sujeto aislado será siempre vulnerable frente al poder de los otros. Será incapaz de salvaguardar por su solo su independencia  frente al resto del mundo. Por lo que el único medio de ser realmente libre es formar en colaboración con otros una red de instituciones y normas que regulen la vida en común evitando la intromisión arbitraria de” poderes salvaje”  privados, es decir de los poderes no sujetos a las leyes. En otras palabras, la libertad necesita justamente la institución de las res publica , un orden institucional que es literalmente   “ asunto de todos” ( esto es lo que significa república). Por consiguiente la liberta individual es inseparable de la libertad política: esa es la tesis central del republicanismo. Para los republicanos, la libertad esta ligada a la ciudadanía.
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Lo que  caracteriza al republicanismo es la consideración de que la libertad no se obtiene frente a la esfera publica, sino que se asegura precisamente por medio de la acción publica y los derechos del individuo dependen del la garantía del orden normativo creado y mantenido por las instituciones publicas, que impide la dominación arbitraria de cualquier poder, estatal o privado. Poe eso la libertad exige para ser real la participación y el cumplimiento del deber cívico por parte de los ciudadanos. Pero no exige que los ciudadanos abandonen sus fines o ideales de vida particulares, ni requiere que se sometan a una interpretación superior del bien común.

La libertad republicana se afirma, pues, no frente a la ley sino por medio de la ley. En otras palabras, fuera de la ley no hay libertad y  la ley es valiosa, no porque sea un instrumento necesario para garantizar una libertad previa, sino porque es ella la que crea por su acción, la libertad. Si lo ciudadanos aspiran a la libertad será a través de lo publico, y no de espaldas a la  vida publica: no es posible  escapar a la dominación con recursos y estrategias individuales.

En consecuencia, la valoración de la ley es diferente en republicanos y liberales. Para los segundos, las leyes son siempre restricciones a la libertad, aunque en muchos casos sean aceptables porque proporcionan a cambio de otros bienes, como la seguridad; y el poder que crea y aplica las leyes es un agente que interfiere y una potencial amenaza a la libertad. En cambio, para los republicanos, la ley justa,  universal e igual, es fuente de libertad, porque impide la dominación  de los mas fuertes, crea derechos, impide privilegios e iguala a sus destinatarios. Es verdad que interfiere en la accion de los ciudadanos, pero en la medida de que esa intervención no es arbitraria so sujea a principios de imparcialidad y universalidad y orientada al bien común, no supone dominación. Por eso el republicanismo no comparte el recelo liberal hacia las instituciones poéticas-y hacia la política en general.

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El concepto republicano de libertad entraña también una concepción distinta de los derechos. Para la filosofía liberal, los derechos son facultades morales que  los individuos poseen previamente y con independencia de las instituciones políticas que n e limitarse a reconocerlos. Son por tanto barreras que ponen cotos de libertad vedados a las leyes y decretos del poder. En ambo, desde la perspectiva republicana, no hay derechos anteriores a las instituciones políticas sino que los derechos son recursos y garantías creados por los ciudadanos a través de procesos de deliberación y participación en esas instituciones.
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Libertad, autogobierno y democracia

La libertad republicana requiere, en primer lugar, igualdad. Para que un ciudadano sea libre ha de estar en condiciones de igualad en relación con los demás, las desigualdades de poder significan capacidad de intervención arbitraria por parte de algunos y vulnerabilidad en otros lo que hace imposible que estos últimos puedan ser dueños de sus propias vidas.
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Esta conexión entre libertad e igualdad explica que haya habido en la tradición republicana grandes recelos respecto a la representación política. Se temía la aparición de una clase dirigente separada del resto de la ciudadanía y que velase por sus intereses particulares en vez de por el bien publico. Explica también que los regimenes republicanos ideasen desde la Antigüedad mecanismos de control que asegurasen  la responsabilidad  de los gobernantes, con el propósito de evitar que algunos individuos adquiriesen un poder permanente que les diera una posición dominante. A este objetivo responden medidas de dispersión y control del poder  tales como el sorteo de los aros., la rotación de los mismos, la brevedad de los mandatos, la revocabilidad de los representantes, la obligación de estos e rendir cuentas al finalizar su gestión, etc.

Hasta aqui nos hemos referido  a la igualdad legal y política. Pero esto no es suficiente y bien claro lo tuvo la tradición republicana a la que no paso desapercibida la dimensión material de la igualdad. Ha sido algo propio del republicanismo, de cualquier tendencia, la insistencia en vincular la condición política de los individuos- la ciudadanía,- y su libertad a sus presupuestos materiales y sociales y económicos. Por eso el republicanismo conecto liberad y propiedades. la independencia de juicio  y de acción solo es posible i se dispone de  las condiciones materiales  que la garanticen  

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Históricamente, desde Aristóteles a Jefferson, los republicanos consideraron que una republica  bien ordenada debía descansar en el predominio de un estrato medio  de propietarios independientes, lejos tanto de la concentración de la riqueza y del poder en manos de unos pocos, como del acceso indiferenciado a las decisiones políticas por parte de las masas carentes de capacidad.
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Sin embargo, el vínculo entre propiedad leal y política de los individuos y sus condiciones materiales podía conducir a la propuesta contraria: exigir la universalización de las condiciones materiales y sociales de la independencia política. Lo que aboca a una interpretación democrática de la igualdad republicana.
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Autogobierno republicano y democracia

La igual libertad republicana debe ir acompañada. Además, del autogobierno. Es decir, que han de ser los propios ciudadanos quienes, en condiciones de igualdad establezcan las normas  por las que han de regirse………………Solo quienes se gobiernan  si mismos pueden permanecer iguales y verse libres de la dominación ajena. Así pues el autogobierno  parece llevarnos directamente a la democracia., que es a fin e cuentas el tipo de orden político que responde al principio de autonomía publica enunciado por Rousseau e el Contrato Social: que los ciudadanos no obedecen sino a las normas que se han dado a si mismos. Y la lógica misma de la libertad republicana parece apuntar a la universalización de la ciudadanía como su requisito: asi lo ha entendido el republicanismo democrático.
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Por otra parte, la democracia republicana no tiene porque ser identificada con el gobierno de las masas a la manera de como la describen escritores clásicos como Tacito, una muchedumbre homogénea movida por pasiones irracionales.. Ciertamente, lo propio de una republica democrática, como se dirá mas adelante, es la participación de todos los ciudadanos y no solo de una minoría selecta  en la gestión de los asuntos públicos
………………………………………………………………………Pero la capacidad de intervención activa de la ciudadanía viene  acompañada de la demanda  virtud cívica (de una determinada disposición moral) y por el establecimiento  de instituciones  que   propicien la búsqueda de la corrección de las decisiones-gracias , sobre todo, a la deliberación.

Pues el republicanismo subraya el aspecto deliberativo de la interacción política. La formación de la voluntad política requiere de un determinado proceso de discusión y de reflexión sobre las diversas propuestas presentadas en las asambleas: este es un lugar común de la tradición republicana. La concepción de la república como sociedad de ciudadanos libres e iguales  presupone que son sujetos capaces de reflexionar sobre sus preferencias, y por lo tanto, que el proceso democrático no se reduce a establecer  un compromiso entre preferencias dadas e antemano, y que la república no es  mera reunión de compatriotas.
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Ciudadanía republicana y virtud cívica

La necesidad de la virtud cívica para la democracia

Si la libertad esta asociada al autogobierno, se comprenderá que la democracia republicana exija una ciudadanía activa en mayor medida que la democracia liberal. En el modelo liberal se confía en el juego de las instituciones y en la labor de los representantes políticos y se procura contar lo menos posible con la contribución de los ciudadanos. Sus pilares son el gobierno limitado, la representación electoral de loso intereses particulares en competencia y el consentimiento de los gobernados. En cambio , el republicanismo se basa en una ciudadanía vigorosa. Sostiene que si los integrantes de las sociedades políticas quieren ser libres frente a poderes ajenos de todo tipo, y ser autónomos individual y políticamente, deberán desarrollar ciertas disposiciones y actitudes en el espacio publico. Deberán estar dispuestos a participar activamente como ciudadanos en las instituciones y actividades públicas. Por consiguiente considera necesario que los ciudadanos dediquen tiempo y esfuerzo a informarse de los asuntos públicos, a deliberar sobre ellos y a participar activamente en el espacio político. Lo que es tanto como decir sirviéndonos del léxico republicano, que la democracia requiere virtud.

Se puede afirmar que una sociedad política democrática se asienta sobre dos pilares: las instituciones y los ciudadanos, el republicanismo – y en particular el moderno- reconoce que es importante contar con buenas instituciones.
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Pero el republicanismo tiene claro también que no basta con tener buenas instituciones
Si el sistema institucional no es sostenido por la participación, la critica, y el control de sus ciudadanos activos, se corre el riesgo de que las instituciones se desvíen de su objetivo propio- el interés común-  y acaben convirtiéndose, por el contrario, en vehiculo  y refuerzo de los intereses y beneficios de los poderes ajenos a los ciudadanos que las utilizaran como instrumento de su dominación. Porque el repliegue de los ciudadanos a su mundo privado impide construir respuestas capaces de frenar la ocupación de los centros políticos de decisión por los dueños del poder económico, informativo o ideológico. En suma, una sociedad democracia bien ordenada, justa y estable, necesita ciudadanos virtuosos. La autonomía pública es algo que no puede obtener cada ciudadano por si solo, sino en cooperación con otros que quieren ser igualmente sujetos de si mismos y  evitar la dominación ajena, en el marco de instituciones y normas comunes. Por eso es preciso, según el republicanismo democrático, que todos los ciudadanos estén dispuestos a cumplir sus deberes cívicos,  atender a los asuntos públicos, sacrificar a veces sus intereses meramente privados.
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La participación  como ejercicio de la ciudadanía republicana

El concepto republicano de virtud cívica engloba un conjunto de disposiciones referidas al comportamiento activo del ciudadano con su comunidad política para asegurar la libertad, tanto frente a las amenazas externas como ante los poderes internos. Pero destaca sobre otros elementos componentes de la virtud del ciudadano- como patriotismo., lealtad, etc- y en cierto modo lo resumen el de la  participación. La participación de los ciudadanos es condición de una sociedad libre; que  vigilancia y el control de los ciudadanos son indispensables para asegurar su libertad.

Podemos preguntarnos en primer lugar quien debe participar en una buena sociedad política. A esta respuesta se respondera en una república democrática, como es obvio, que deben poder participar todos los ciudadanos. Para el republicanismo  democrático, dados unos requisitos mínimos de independencia material y de instrucción que hagan posible la capacidad intelectual  y moral de juicio,  todos los miembros del demos son capaces de autonomía, y por lo tanto todos pueden ser ciudadanos plenos, y todos deben poder tomar parte en los procesos de deliberación y en la toma de decisiones respecto de los asuntos publicos. Pero la respuesta ha de hacer frente a algunas dificultades.

Pues el republicanismo se ha caracterizado en sus expresiones históricas por la defensa de la participacion cualificada.  Desde Aristóteles, la superioridad  de la republica sobre otros regímenes políticos, entendida la democracia tal como fue entendida históricamente, se ha asentado en su carácter de gobierno de la ley, tomada esta en su acepción de norma racional  mas allá de pasiones e intereses.  Para crear esta ley el instrumento adecuado es la deliberación de los ciudadanos. Ahora bien, la deliberación no esta forzosamente ligada a la democracia.  Podría parecer razonable sostener que si bien el adecuado funcionamiento de la republica y las buenas leyes han de basarse en la deliberación, no es posible y quizas tampoco deseable que todos los ciudadanos- la mayoría de los cuales carecen de las condiciones intelectuales y morales apropiadas-deliberen.  Y que, por el contrario es mejor que lo haga la minoría de las personas intelectual y moralmente destacadas de la sociedad que son capaces de juzgar reflexivamente y de deliberar correctamente. Esta seria la acepción del republicanismo que hoy llamaríamos aristocrático, la del gobierno representativo,  y en el fondo, la de la democracia elitista competitiva. De acuerdo con esta tesis , o bien se restringe la ciudadania a los mejores, o bien, supuesta una ciudadanía generalizada, la mayoría delos ciudadanos, aunque sean legalmente e incluso políticamente iguales,  se  limitan a seleccionar a los mas capaces o mas virtuosos para que deliberan  y decidan en su lugar. En palabras de B.Manin asi “se afina y amplia la opinión publica, pasándola por le tamiz de un gripo  escogido de ciudadanos, cuya `prudencia puede discernir mejor el verdadero interés del pais, y cuyo patriotismo y amor a la justicia no estará dispuesto a sacrificarlo  ante consideraciones parciales o de orden temporal. En esta versión ( históricamente dominante) del republicanismo se mantiene por lo tanto la exigencia de deliberación- pero se minimiza la de participación.
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Podemos  aducir argumentos positivos para preferir la participación democrática a las soluciones elitistas. Para empezar, y sobre todo, que le reconocimiento de la dignidad de los ciudadanos como sujetos, libres e iguales, autónomos, entraña la opción por una ciudadanía igualitaria e incluyente.  O dicho de otro modo, quienes no tienen reconocida la misma  capacidad política que sus conciudadanos no son realmente libres, porque solo podemos evitar la dominación si no dejamos las decisiones en manos de una minoría. Además, la participación universal  permite integrar y conjugar los intereses y aspiraciones de la mayoría de los miembros de la sociedad: es necesario que todos opinen para que se tenga en cuenta los intereses reales de todos. Y podemos conjeturar también que la participación favorecerá la calidad normativa de las decisiones: la cantidad y variedad de las perspectivas contribuirá a la amplitud y riqueza del debate. Asimismo la participación propicia la estabilidad política: los ciudadanos se sentirán más comprometidos con las decisiones políticas si han participado en su creación.

Cabria preguntarse también porqué participar. Es decir porque no limitarnos a confiar a alas  instituciones del estado democrático liberal en vez de esforzarnos en un actividad costosa y quizás inútil o innecesaria. Pues bien, el republicanismo ha justificado la conveniencia o necesidad de la participación de diferentes formas (y los principios de justificación revelan la diversidad de tendencias en el seno del republicanismo).

Se puede pensar que la `participación es un valor en si. Que el ejercicio de la ciudadanía activa es la vida autorrealizada individual de tal manera que la democracia misma puede justificarse en la medida en que permite el ejercicio universal de la participación. Es una concepción fuerte de la ciudadanía, que vincula estrechamente la vida cívica y la vida buena.  Se ha atribuido esta posición al “humanismo cívico” renacentista y también a filósofos más cercanos a nuestro tiempo como J.Stuart Mill o Hanna Arendt y  ha sido puesta en entredicho por perfeccionista.  Pero hay lugar para una justificación no perfeccionista de la participación, fundada en las ideas de dignidad y de gobierno de uno mismo. El ciudadano virtuoso entiende que la participación no es solo condición para garantizar sus derechos, sino  que forma parte del modo digno de vivir de un hombre libre., que no se resigna a comportarse como un súbdito obsequioso o como un cliente que vota por quien le ofrezca una mayor ración de bienestar, ni c cierra los ojos ante los asuntos públicos mientras  no afecten  directa e inmediatamente a sus asuntos privados. Hay ciertamente una conexión entre bien publico y bien privado en este enfoque, pero es compatible con valores y orientaciones diferentes respecto de la vida buena.

Ahora bien, no es insensato pensar que este modo de entender la participación es demasiado exigente, y que no hay un vínculo necesario entre participación y autorrealización, y que la participación no es necesita ser justificada como ingrediente de la vida buena.  Cabe considerar que la participación tiene valor instrumental. Que se justifica sencillamente, por su aportación a la consecución de otro fin, a la libertad de los ciudadanos. Puede haber  ciudadanos que vivan la política como ámbito de autorrealización, pero este  no tiene porque ser necesariamente el objetivo de la acción política.

Concebida instrumentalmente, la participación puede ser concebida de dos maneras. En primer lugar, podemos pensar que es un instrumento para salvaguardar la libertad negativa ( Skinner). Desde esta  perspectiva la disposición cívica es un medio necesario  para el disfrute seguro de un ámbito de decisión privado no interferido arbitrariamente. Es un deber actuar virtuosamente (cumplir las normas, pagar los impuestos, participar en elecciones, inscribirse en asociaciones etc) si uno quiere disfrutar de sus derechos y tener garantizados ciertos servicios sociales. Dicho de otra forma, el compromiso publico se justifica como un instrumento necesario de la libertad privada.

Como ya se ha advertido mas arriba, la objeción que cabe hacer a estos planteamientos es que la”virtud estratégica” resulta imposible; los  valores solo funcionan si no se someten a calculo. Por ejemplo, la generosidad solo  obtiene reconocimiento social si no se sospecha que detrás de ella hay intereses particulares; por eso no nos conmueve el mecenazgo de las entidades mercantiles. Si la conducta virtuosa se sostiene sobre un calculo de consecuencias, la disposición cívica se mantendrá únicamente en la medida en que el agente percibe beneficios tangibles que creer que no puede obtener de otro modo- pongamos por caso, dejando hacer a un dictador o a una elite ilustrada- o sea inducido a ellos por temor a las consecuencias negativas para sus intereses. Y puesto que los bienes públicos se distribuyen por igual para todos, el ciudadano egoísta no tendrá incentivos pata atender al bien público.

O bien podemos entender el valor de la participación como condición para el establecimiento de normas justas y de la estabilidad y el desarrollo de la sociedad democrática. Siendo así, la participación puede ser considerada como una factor instrumental en tanto que medio para otro fin, pero es al mismo tiempo un factor constituyente de una república democrática. Sean cuales fueren los proyectos de vida buena de los ciudadanos. La participación política es el sustrato indispensable para tales proyectos. La ley que podemos llamar justa, es, a falta de un legislador omniconsciente que la determinase, el resultado de la participación de todos los ciudadanos en la formación de la voluntad política y en la toma de decisiones.

Pero siendo la participación la condición necesaria, no puede considerarse sin embargo suficiente de acuerdo con el modelo normativo de la republica democrática. La buena democracia se asienta sobre al deliberación, es decir, sobre el intercambio de razones que persiguen alcanzar el acuerdo respecto de objetivos justos. Es un rasgo típico de toda la tradición republicana el énfasis en al deliberación como procedimiento necesario y adecuado para al creación de normas justas y para la adopción de medidas que satisfagan el interés común. Desde su perspectiva, el propósito de la apolítica no es agregar preferencias individuales o alcanzar equilibrios entra fuerzas sociales en conflicto por medio de negociación. El recurso a la deliberación posibilita , a diferencia de la mera votación de preferencias dadas o de la negociación de intereses  egoístas, un intercambio  de razones orientadas a una solución de los conflictos políticos, justa y buena PATRA todos. Supone también la posibilidad de corregir las preferencias iniciales as través del debate y de filtrar y de sopesar los distintos intereses en pugna, atendiendo a la fuerza de las razones. Y el requisito de deliberación  comporta restricciones (como la imparcialidad, o la referencia al interés común y no meramente particular) que favorecen resultados correctos, esto es,  que producen un sistema  justo de regulación de relaciones intersubjetivas y de la distribución de cargas y beneficios.  Presenta además otros beneficios adicionales, como favorecer la creación y refuerzo de vinculaos entre los ciudadanos, dotar de legitimación as las normas, propiciar el compromiso de los ciudadanos con las mismas, contribuir al desarrollo de una cultura cívica.

Claro que, a su vez, la deliberación requiere, para que pueda dar el resultado deseable, ciertas condiciones de participación. Es necesario que no excluya a ninguno de los miembros del demos afectados por las decisiones políticas, que se desarrolle en libertad, que no haya obstáculos materiales para la independencia real de los participantes (como una situación abierta o encubierta de servidumbre). Y que la participación no se reduzca a expresar la adhesión o comunión con un bien predeterminado.

Acerca de cómo ha de concretarse esa participación en una democracia republicana, me limitare a unas pocas observaciones, manteniéndome en el espacio abstracto de los principios. En este enfoque no se pone en duda la necesidad y hasta la conveniencia de la representación por tanto de las instituciones en que se organiza: los parlamentos deberían ser el corazón de las modernas democracias. Pero al mismo tiempo, es propio del republicanismo el énfasis en el control  delos representantes por parte de los ciudadanos. Y la deriva oligárquica de la democracia contemporánea hace especialmente necesario el desarrollo de la intervención de loso ciudadanos, no solo ya en el marco formal de las instituciones, sino en la sociedad civil o en la esfera informal, de la cual pueden surgir impulsos que trasladen  a esos representantes sus necesidades y demandas. El establecimiento de redes de comunicación, aprovechando las oportunidades que proporcionan las nuevas tecnologías, la creación de espacios de deliberación y decisión en los lugares de trabajo y los barrios, la constitución y desarrollo de asociaciones cívicas. La educación cívica formal e informal,...son algunas de las herramientas que pueden incorporar el espíritu del republicanismo en el marco de la democracia contemporánea.
Conclusión
La democracia republicana es, ya se señalo al principio, un ideal normativo. Esto no quiere decir que se aun modelo utópico inalcanzable. Es mas bien una guía critica para orientar la tarea de mantener y revitalizar la democracia en las condiciones actuales del universo político. Según su tradición, el republicanismo pone el acento en ciertos conceptos básico para la política, que son especialmente importantes para la democracia en las sociedades contemporáneas. La primacía de lo publico, el énfasis en la libertad como autogobierno, el papel de la ciudadanía activa, cuya virtud se expresa en la participación y la deliberación, así como en la creación y mantenimiento de las leyes e instituciones que garantizan la libertad, son los ejes de la democracia republicana y puntos de referencia para la (re)construcción de la política democracia en nuestras sociedades. 

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