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...EL MUNDO HA DE CAMBIAR DE BASE. LOS NADA DE HOY TODO HAN DE SER " ( La Internacional) _________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________

30/11/16

PESCAR


Por Miguel Angel Domenech

Quo flumen placidum est forsan latet altius unda
En donde  el rio es más tranquilo quizás  se esconde la ola más profunda"
Caton.- “Disticha de moribus”-4,31

Se ha dicho que pescar es el deporte de los reflexivos pobres. En la mayoría de los casos , la práctica de la pesca no debería ser  denominada  deporte sino habilidad o artesanía porque no precisa de ningún esfuerzo ni entrenamiento físico en que el cuerpo esté implicado de forma  excesiva y solo de manera derivada podría llamarse deporte, en los casos en que la pesca se lleva a cabo en circunstancias difíciles entre  torrenteras o en alta mar , con artilugios que exigen entrenamiento, bajo el mar o a bordo de  embarcaciones cuyo manejo , a su vez, ya es un deporte.



Pero ahora quiero referirme a la pesca  más simple que es la primera que nos viene a la mente: la de un paciente  y contemplativo personaje que pasa horas y horas con la vista puesta entre el horizonte y el extremo del sedal  provisto de unas artes muy sencillos, una caña y un anzuelo al extremo de un hilo enrollable. Esta es su máxima expresión y su quintaesencia, de ahí lo de  actividad de pobres y de reflexivos. Podemos añadir, quizás por la misma razón: de gente  mayor, de “senior”, forma comparativa de senes, que quiere  decir mayor o más anciano.

Pero dejémonos de la manía de definiciones que cuando se  va por ese camino  se recae en  lugares  rozando el ridículo , que es lo que  terminaba haciendo el Sócrates de Platón que con su  inagotable afán  de definir, terminaba queriendo definir la pesca  de esta manera.

“pesca es la caza de especies acuáticas” (1)

Tampoco voy a entrar en perversiones pesqueras como la aquel sublime malhumorado que  hizo abandonar a sencillos pescadores sus tareas para dedicarlos  a ser “ pescadores de hombres”. El proselitismo siempre ha sido un afán que tomaba la imagen de la pesca muy adecuada a sus propósitos sin darse cuenta de que ello rebajaba la condición del seguidor a la de un pescado. Esto no parece importar demasiado a aquellos reclutadores pues  esa reducción a la categoría de animal es la que precede a la siguiente categoría en que van encaminados, a la de ser ovejas del pastor, pues pronto el reclutador se transforma en eso y sus seguidores en rebaño. Mucho más simpática es la analogía de la que se sirvió Diógenes en esta materia. Se cuenta que este sabio cínico encontró a uno que le manifestó que quería seguirle y filosofar con el. Diógenes entonces le entregó un arenque crudo y le dijo que le siguiese. El potencial discípulo, al cabo de un rato, llevo de vergüenza, arrojo el arenque y se marchó. Poco tiempo después Diógenes lo encontró y le dijo: “¿Ves? Un simple arenque ha roto nuestra amistad” (2)

Hay cosas, cuya evidencia y simplicidad para todos no precisa de rebúsqueda de conceptualizaciones y particularmente esta del pescar.
 
De este género de pescadores básicos de borde del rio o de orilla de puerto he conocido muchos y todos ellos me han parecido siempre gente de inexplicable misterio. Su dificultad  viene del material deslizante, resbaladizo y  esquivo que está en juego en ello y que todo lo compone aquí: el agua siempre cambiante, los fugaces peces, el  hilo sumergido y su falsa ilusión, el reflejo modificado  de las superficies,…el vocablo en francés de este fenómeno es una onomatopeya muy expresiva.:“ insaissisable”.

 
Algunos atribuyeron  la culpa de esta esta incomoda presencia de lo cambiante y contingente al propio animal: el pez. No es de extrañar que como cuenta  Porfirio,(3) los egipcios se abstuviesen de todo género de peces. Esta preocupación cuadra muy bien con la obsesión de los egipcios por la fugacidad de la vida y su aseguramiento en reinos más allá de ella así como en su admiración y respeto por tantas animales, como si se tratase de formas divinas y superiores por debajo de las cuales se situaban los hombres, que al desaprenderse del vínculo de lo natural  quedaron  en la indefinición de naturaleza, vagos y perdidos. Todo ello recuerda , como un eco, de aquellos antiquísimos ancestros del ser humano en cuyas más antiguas pinturas de sus cuevas esta casi ausente el hombre, como si no fuese un  ser digno de representar, porque no se pasma nadie ante una decadencia sino ante la gloria de los animales.


Así  pues la actividad del modesto pescador de caña se explica por el paciente y resignado pasmo ante lo  que cambia, se mueve, esquiva nuestra  atención , presenta a nuestros ojos lo   posible e imposible constantemente. En su contemplación el pescador  permanece pasivo, en una inacción , que la reducida  y minúscula actividad de preparación del cebo y el súbito y breve resultado de un pez pescado, es una efímera satisfacción  que no es sino una coartada  que  da razón de larga inversión en tiempo y tranquilidad que se ha implicado  . Se pesca, no por obtener un pez, sino por la atracción fascinada en el no hacer nada  gozando el hipnotismo que señalaba Heraclito de que todo es y no es a la vez, que una cosa es su contraria, todo brillo es de inmediato una sombra, todos es como el agua , el aire y el fuego:

“ se genera y se destruye  y de nuevo se genera y de nuevo se destruye,  y semejante sucesión es eterna” ( 4)

 
Según una necesidad fatal de inestabilidad, porque

” todo sucede según discordia” (5)

Y en esta dinámica,

“ si no se espera lo inesperado no se hallara” (6) 


El pescador  vive pausadamente la experiencia de todo ello y sin palabras ni consciente, se experimenta a  si mismo..

“ se investiga a si mismo” (7)

en esa agua que es y no es constantemente  ,  empeñándose  pacíficamente en ese fondo como en el alma misma,  sin límites .

”los límites del alma no los hallaras andando cualquier camino que recorras, tan profundo es su fundamento”(8) 

 Se dé un conocido mío, pescador solitario y de avanzada edad, pescador habitual, hombre  en plenas facultades mentales e incluso destacable por su conversación profunda y sensata que  se suicidó arrojándose al  rio desde el puente  en que normalmente se sentaba a pescar. Sin ninguna advertencia previa y nada que hiciese sospechar su acto, se le encontró muerto , flotando en el agua, sus zapatos cuidadosamente colocados en la orilla como último acto de un orden humano ocioso  e inútil  pero que aun había de realizarse. Al lado de ellos, igualmente colocada con esmero,  apoyada en su cesta de pescador, la caña bien montada. Lo hizo antes de entregarse  a la muerte y entrar en ese movimiento  de  lo que no es cuando antes había sido, un brillo fugaz  más del movimiento del agua que deja de ser el mismo  instante de aparecer.

Sus zapatos, su caña, eran el producto de hacer humano como la naturaleza hace: pieles, pìnturas, armas, y  otros tantos  apoyos,,…mediaciones para  poder vivir en ella, artificios  más perfectos donde cobijarse como las palabras y los discursos. Aquellos zapatos   eran el mundo  de los objetos y categorías que a él y a todos nosotros  nos hacen  un hogar, de símbolos y cosas,   un espacio  construido artificial  frente al sinsentido de la implacable naturaleza. Dejando sus zapatos ordenados  se entregaba  al agua del rio, al  vínculo perdido con ese implacable universo, desalmado, desordenado, indiferente y sin miramientos frente a nuestros intereses ordenados  de supervivencia y sentido. La cultura es una construcción contra la naturaleza, decía Freud. No puede uno entregarse al lugar mas natural de la naturaleza como es el morir, armado con cultura. Mi amugo , en sus reflexiones de pescador seguramente ya se había dado cuenta y fue consecuente con aquel acto. Con toda seguridad  entendía uno y otro mundos pues  había vivido a caballo de ambos e intensamente los dos. Era, de un lado, un hombre culto, buen  lector, buen conversador, que cuidaba su aspecto, con la elegancia de los que saben la belleza de lo moderado. Por otro, era un bue cocedor de la naturaleza. Sabia donde encontrar las mejores setas y su época. Un dia me trajo para mi jardín , una planta de mejorana, con su cepellón  para  que la trasplantase , porque yo me había lamentado ante él que ya era difícil encontrar esa aromática salvaje  debido a las sequias repetidas. El conocía los sitios donde la naturaleza se nuestra y en donde se esconde. Por lo tanto sabía lo que era la vida de los hombres y la de lo no humano. Era un hombre tranquilo, que quizás  encontrase la ola mas profunda , la “ altius unda” que  le tragó  en su reflexión de placido pescador en el plácido rio.

Quizás mi amigo en los días en que pescaba se hacía algunas preguntas que iban más allá del hombre y dándose cuenta de que eran imposibles prefirió arrojarse al agua. En su solitaria reflexión de pescador  sus interrogantes  estarían llegando a  la evidencia de que el hombre no pertenece a este mundo, pero no por exceso de divinidad ( no porque hubiese estado hecho a imagen y semejanza de algún dios de perversa intención que le hubiese dado esa naturaleza divina en tierra profana para su sufrimiento), sino  por  exceso de carencia, por ausencia de preparación y naturaleza dadas  y ausencia  de provisión de necesariedad y  de  adaptación al mundo natural . Eran sus zapatos, lo que debía de reemplazar esa regulación necesaria que debía de dar el  instinto y la vinculación con la necesidad de un orden natural. No quiso refugiarse en esa creación instituida que le podía alojar. Prefirió quitárselos y no aferrarse a los artefactos como la caña de pescar, dejándola de lado para entrar más allá de lo humano.  

Mi amigo sobre todo renunciaba a la palabra, quedándose en el soliloquio, de un “mudo pez” como repetía una imagen  antigua. Donde se deja la palabra- -y el pescador está entrenado a hacerlo-  no hay comunicación ni retórica y se termina la persuasión, quedando la mera necesidad y su violencia, una vez que ni a si mismo se persuade.

El hombre  se pasa a la biología de la vida y entra en lo natural de la corriente del rio dejando las instituciones – cañas, calzado, cesta- que lo hacían funcional para el  otro mundo de la orilla de los humanos que no era el de los peces. Era éste último mundo fluvial con el que se reunió.

” Yo  fui en un tiempo, muchacho  y muchacha, y arbusto, y ave,  y mudo pez del mar” (9)

, decía Empédocles, ilustrando, con esa expresión que hacía de sus aspiraciones realidades,  la soñada pertenencia  a un lugar posible en que se fuese pez- ¡precisamente y otra vez él!-  o arbusto, o bien siempre muchacho o muchacha,  siempre joven. 
 
(1).Platón ” El sofista” 220 b.
(2).-Diogenes Laercio .-Vida d€os filósofos ilustres. , VI, 36).
(3). Porfirio De abstinentia  IV,7,2).
 (4) Heraclito 22 A 11
(5)  Ibid. 22B8
(6)  bid.  22B19
(7)  Ibid. 22B10
(8)  Ibid. 22BH 115.
(9).-Empedocles”.-Frag 117..-Diogenes Laercio VIII,77

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