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...EL MUNDO HA DE CAMBIAR DE BASE. LOS NADA DE HOY TODO HAN DE SER " ( La Internacional) _________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________

9/4/17

VESTIRSE







“Tras hablar así el preclaro Hector se estiro hacia su hijo.

 Y el niño hacia el regazo de la nodriza, de bello ceñidor,
 Retrocedió con un grito, asustado del aspecto de su padre.
 Le intimidaron el bronce y el penacho de crines de caballo
 al verlo oscilar terriblemente desde la cima del casco. 
Y se echó a reír su padre, y también su augusta madre.
 Entonces el esclarece ido Héctor se quitó el casco de la cabeza
y lo deposito , resplandeciente sobre el suelo. “
 Homero.Iliada Canto  VI, 466- 473



Vestir es un  verbo que solo en su forma reflexiva  me parece interesante, vestirse, vestir uno a si mismo. Este verbo, cuando es transitivo no me parece que tenga sustancia y por lo tanto  materia significante suficiente  para que valga la pena reflexionar sobre él. Vestir algo desnudo es un acto vegetativo espontáneo  dado que siempre  nos es necesario que el dato bruto, es decir el mudo dato tenga encima lo que nosotros le ponemos para que sea comprensible. La cosa  nuda, desnuda,  o cosa en si,  o bien es estúpida o bien es incognoscible. Vestir, por lo tanto es  la labor propia de la necesidad humana reproductiva  y representativa y la  propia que es dictada por la constitución de nuestro entendimiento  que  pone  muestras condiciones  de posibilidad de entender  cuando  tratamos con los elementos  que los sentidos nos traen  a la mente. Al solo ver en las cosas el vestido que nosotros ponemos en ellas estamos vistiendo siempre que observamos y recibimos datos empíricos. No hay otra manera de desenvolverse.

Me es  por lo tanto una función monótona por  necesaria  la de vestir  transitivo y de poco interés humano. Me recuerda que los reyes no se vestían a si mismos sino que siempre tenían algún funcionario real o ayuda de cámara que se ocupaba de esta función, lo que habla mucho de la deshumanización del monarca como ser humano. La misma labor desempeñaban los ayudas de cámara de la aristocracia hasta bien entrado el siglo XVIII e incluso el XIX. En el siglo XX el emperador de China, derribado por la revolución roja  no sabía atarse los lazos de los zapatos y  necesitaba de un siervo que le fue rápidamente retirado en su encarcelamiento como nos lo traía a la memroia el  film de Bertolucci, “ el ultimo emperador”.  El que no se sabe vestir es que no es humano. El rey era una cosa, a la que se vestía, a la que otros, esos si hombres, vestían. Esos otros hombres  se vestían a si mismos, reflexivamente y vestían algo, cumpliendo la condición humana de la que el rey carecía. Lo mismo ocurre con las  imágenes de las vírgenes de las procesiones y con los santos a los que se viste.   Otra de las expresiones de uso transitivo como es la de  vestir al desnudo, es otro ejemplo de exclusión de humanidad, por cuanto que se predica como una obra de misericordia y como tal obra  es sustitutiva de la obra de justicia  que merece el desnudo en lugar de ser objeto del cumplimento de la conciencia piadosa de quien le viste. Hoy dia, esa obra de misericordia ha quedado  en desuso, mostrando aun mas su absurdo, dado que nadie carece de vestido pero manteniendo su carácter alienador porque  la otra versión actual de vestir al desnudo es el del comercio de la moda  y la explotación de su afán. Con ello se continúa a menospreciar al objeto que debe de vestirse, manteniéndole su carácter de objeto, de complemento del verbo vestir, y haciéndole e impulsándole a reclamar el ser vestido, ser un consumidor o ser un objeto desecante, con arreglo al gusto del momento constantemente  y deliberadamente renovado. Los que visten son los empresarios- nuevos funcionarios reales de un nuevo deshumanizado rey que no se viste a si mismo. El consumidor cree estar vistiéndose a si mismo, reflexivamente,  la propaganda de la moda así lo aparenta, pero en realidad  es vestido pasivamente por otros.   Toda su reflexión consiste en que le vistan.

Yo siempre me he vestido muy mal, es un don que nunca he tenido y  he envidiado a quienes lo poseían. Siempre mis costumbres han oscilado entre la pobreza del vestir, pate por la ficta de recursos de mi familia en la edad adolescente y primera juventud en que se supone que debe uno de tener mas preocupación por el lucimiento, y parte por una torpeza característica. En una residencia de estudiantes donde estuve viviendo un curso, los compañeros me llamaban “el descosidos”, porque siempre tenia los bajos del pantalón  de esa manera o bien  una hombrera o una costura  cualquiera de mis trajes , pantalones, botones  o mangas de  camisas, en ese estado.  Nunca he sabido encontrar el equilibrio entre lo cómodo pero banal y anodino y la novedad que no fuese de gusto hortera y pretencioso como tratándose  de una sobreactuación vestimentaria. Ya en la vejez, hoy día,  sin negar que quizás este haciendo de necesidad virtud,  encuentro gusto y calidad moral   en la forma de vestir descuidada y fea que es la que practico con gran desesperación de mi mujer que me señala constantemente los lamparones y bolas  de mis jerseys requeteusados  y me advierte de que mis zapatos, de más de cinco años,  no solo están gastados sino ya tambiej rotos.

“Ya conocéis mi torpe aliño indumentario” (1)

 En esto, como en otras muchas cosas, Siempre me ha inspirado una envidia secreta Diógenes y quiero pensar que es por razones de mi inalienable  apego a la libertad. En esto, la lengua romana tiene un adagio muy expresivo. Decían como equivalente a querer lo imposible.  

“Nudo vestimenta detrahere
         “ Desvestir a un desnudo” (2)

Porque, en efecto,  querer “despojar a un hombre desnudo” , no puede hacerse, y ese desnudo no será agraviado nunca y tan poco son susceptibles de agraviar mi libertad los que no pueden desnudarme como los se  proponen vestirme ,  los creadores alienantes de moda. Nunca me convencerán en  convertir mi libre derecho a autogobernarme con  libre derecho a comprar y elegir modelito.





Aunque en realidad mi envidia secreta es el modelo de Cortesano de Castiglione y su vestir con “sprezzatura”. Es esta una especie de desapego y descuido elegante - “ decontracté “ dicen los franceses sin practicarlo-  una naturalidad que ya no solo es un vestir sino una conducta  y un hacer que

“viene sin fatiga y casi sin haberlo pensado, no por la codicia de parecer mejor que todos.” (3)

Como veis, continúo en el desequilibrio del exceso y  la torpeza de juventud al  estar al borde de no ser presentable- como ,me reprocha mi mujer- , pues en esto de vestirse es donde mas cabe aquello de que

“ sapiens imponit  finem et in rebus honestis”
“ el sabio pone un limite incluso en las actividades honradas” (4)
Y
“ misce stultitiam in consillis brevis , dulce est disipere in loco”
“ mete un poco de locura en tu espíritu,  dulce es delirar a tiempo” (5)

Porqué  a pesar de que  el vestirse es un acto reflexivo, una actuación  sobre si mismo , su finalidad no se agota en uno mismo. Cuando en esta materia se está a lo propio únicamente  se recae en un  el estricto Diógenes moralista pero misántropo  sin contemplaciones, lo cual  no puede ser acertado  porque el vestirse es ante todo un hecho  cuya fuerza de gravedad es relacional. Nos vestimos porque  estamos en compañía,  y el estar vivos es estar con otros, es decir,  “ inter homines esse”, como calificaban los romanos precisamente a los no muertos.

La comprensión de si mismo, esto es, una objetivación de si mismo, solo es posible gracias a que el hombre es visto, y se realiza en el modo de  mostrarse y ser vistos, esto es, en el encuentro intersubjetivo. Podemos convertirnos en objeto para nosotros mismos, y el humano  tener conciencia de si mismo, porque  es objeto para otros, su realidad se realiza en la intersubjetividad. El ser humano se hace presente a si mismo al hablar “ sobre lo suyo”, lo que supone habar a otros que escuchan. Ese “hablar de lo suyo” a la espera de ser visto es vestirse. El vestido habla.  El único animal que no puede ir desnudo es el hombre. No porque no tenga pelaje sino porque no tiene identidad cuando es invisible. El vestido en el hombre no tiene como finalidad primera el calentarse sin el mostrarse y que le vean. Incluso los indios amazónicos, que no necesitan vestido, se “ visten” con accesorios para el pene o con plumas  o se cortan refinadamente  el pelo, “visten” el pelo de manera cuidada como ya observaba Bartolome de las Casas. Los casi-no- humanos hiperbóreos de los relatos míticos de los viajeros grecolatinos, no solo llevan pieles encima sino que llevan “vestidos” de piel.  Incluso la protesta de los nudistas es un vestido. Se visten con su reivindicación teórica y descaderada para hacerse ver en la provocación social  de su marginalidad y su desnudez. Sin vestirse asi no serían ellos mismos, pues la conciencia de si  se entiende  como la capacidad de establecer relaciones intersubjetivas. Dicho de otra manera: el yo mismo se forma con la armonización con los otros por la persuasión. El acuerdo  es la meta de toda persuasión y toda persuasión es una persuasión de sí. La intención del que se viste  es la de persuadir,- una retórica de telas y adornos- ,  hablar para ser reconocido y reconocerse uno mismo.   Por eso vestirse es un lenguaje y lo propio del ser humano es convertir todo en lenguaje. Hacer todo lenguaje, vestir todo, es la metáfora de humanizar. El humano es un animal retorico.


Desde esta consideración el vestirse, aun siendo un verbo y un  acto  reflexivo, al no limitarse a una subjetividad caprichosa sino que apela a la vista de los otros, como si se buscase una objetividad superadora de uno mismo,  me aparece que   tiene una dignidad genuina y esencial   que no ha de ocultarse, no lejana al parentesco que lo estético tiene con lo ético. Lo bueno se forma en el acuerdo que se busca con el lenguaje

Es por ello por lo que no encuentro una justificación legitima, sino bastarda a quienes se excusan en el vestirse alegando que no lo hacen para parecer ante los otros sino para gustarse a si mismos, o  mejor  “estar  a gusto consigo mismo”. Así es costumbre decirlo  estúpidamente, sin tener en cuenta que a gusto con uno mismo – sin existencia de espectador- es  lo que busca mi perro y mi gato, que desnudos, se arriman en invierno al fuego o a una manta cuanto más maloliente y fermentada mas cálida,  como único vestido, y en verano se  tumban sin pudor ni honor alguno despanzurrados  a la sombra. Quiero decir que los que esto  alegan lo hacen como excusándose  de un reproche de vanidad y capricho  confundiendo “apariencia” con “aparecer ante otros”, es decir con la operación de ponerse en el lugar de otro, de la opinión de los otros, y ser capaz de imaginar  lo que otro piensa, elevándome por encima de  un mi mismo, lo cual  es la raiz misma de la objetividad. No es lo mismo el censurable aparentar que el necesario y digno aparecer. No es posible “estar a gusto consigo mismo” ante un mero espejo, porque no existe la autoconciencia solitaria.
 Nuestra condición humana no es el gusto con uno mismo sino el aparecer ante  los otros, pues sin ellos no existimos y al necesitar de su reconocimiento para reconocernos a nosotros mismos  debemos hacer la operación mental y existencial del juicio y la razón, es decir la remisión a una generalidad  universal que vamos deduciendo de los distintos actos d ponernos en su lugar. Construimos así  una regla o una norma que propone objetividad racional  a neustra conducta.   Al colocarnos  fuera de nosotros  mismos en los otros  y entre los otros, adquiriendo su vista, nos situamos  “por encima de” lo particular y subjetivo, lo accidental,  para alcanzar lo categórico.   La aplicación de esa universalidad  a cada circunstancia particular es la operación  de juzgar.


Por eso el vestirse de los hombres y las muejres, ese “aparecer ante otros”  es uno  de los  actos de ejercicio del juicio y de la razón, y esto es sabido desde los primeros homo-antecessor  que se pusieron algún  collar de cuentas  o de plumas en  la  Gran Dolina de Ata puerca  hace 900.000 años  . Actos humanos   que pueden ser pervertidos, sin duda, pero no los pervirtamos anticipadamente  haciendo de ellos  un  “ estar a gusto conmigo mismo” , que  significa  que, en realidad , lo que se está excusando, para conjurarlo, es el reproche no expresado de que se está incurriendo en compras con la obsesión de un preocupado  consumidor .

“Excusatio non petita acusatio manifesta” (6)

Se sabe que el vestirse es tan exhibirse como el desnudarse, y en ese juego se cuenta siempre con los ojos de los demás.

“ si qua  latent meliora putat”
“ lo que oculto está , mejor lo supone (7)
observaba el dios Apolo de su deseada ninfa Dafne según contaba el pillo de Ovidio,

Hablando de otra cosa, se me ocurre que  el vestir se convierte en una de la virtudes cardinales cuando es un acto de caridad: vestir al desnudo. Aunque sea un consejo en desuso sigue manteniéndose como el resto de las virtudes  que se erigen en caridades, con  el peso de todas ellas. Su motivación de piedad y misericordia  no es rechazable y ¿ quién la censuraría?, salvo en que como todo acto de caridad, no incluye el trato de igualdad y mantiene , si se proclama ella solamente, el favor del superior al inferior, del que esta vestido para con el que está desnudo. Pero no va más allá en su eficacia inmediata pregonándose en preguntarse del semejante: ¿porqué está desnudo? Ni porqué yo he de estar vestido cuando él está desnudo ni si el vestido donado no será sino un recurso circunstancial  que será breve si se mantienen las condiciones que le hicieron desnudo, e infinidad de otras  descaradas e impertinentes preguntas similares. No hacérselas alegando que solo me intereso en salvar  el sufrimiento presente que volverá a producirse mañana parece ser, por su cortedad y su ineficacia patentes, una consolación de la propia conciencia más que  un favor. En efecto,  es una virtud teologal, es decir que forma parte  de  los hábitos que graciosamente  Dios infunde en la inteligencia y en la voluntad del hombre para ordenar sus acciones a Dios mismo. El carácter onanista de esta infusión de Dios de provocar actos hacia si mismo se corresponde con el mismo onanismo de la concepción teologal de la virtud. Actos que  perfeccionan a uno mismo  más que búsqueda  de justicia,  alejados del esfuerzo de poner una  solución  o  de la aportación  personal para dirimir  una situación que es injusta o desigual. Sucede que cuando se asume esta responsabilidad aspirada por la justicia no por la virtud teologal, la satisfacción de la conciencia es menos aguda por cuanto el efecto no es inmediatamente patente: no se da  el  agradecimiento del inferior y del desnudo. Porque en aquel caso, o sea  cuando se siente uno responsable de injusticia, se hace solidariamente por tratarse de una injusticia  cuya responsabilidad es colectiva y no personal, y por lo tanto la satisfacción no será personal tampoco y llega menos al consuelo individual del alma y a la satisfacción sociológica. Digámoslo con otras palabras, en ese acto de deber en que se busca la justicia no se haya felicidad mientras que en el acto de caridad el sentimiento de satisfacción – un gusto de felicidad- está siempre presente. En lugar de esa felicidad sentimental  se debe de hacer un esfuerzo para  experimentar una satisfacción, porque es la satisfacción de la dignidad compartida.  Por eso los actos caritativos exigen normalmente la presencia corporal y física del pobre beneficiado, para poder experimentar su  mirada agradecida cuando no de sumisión. Las “buenas obras” de las grandes señoritas necesitaban la fila de pobres a los que en mano se les daba el pan al tiempo que  besaban la mano de la señora. El caritativo pide ver y tocar al desnudo, le interesa que le abrace l leproso, ver como devora el hambriento y se atraganta el sediento, como se lava el sucio. Las instituciones de caridad necesitan estar llenas de pobres dolientes  a los que se encuentra bellos y los que asisten personas diferentes a ellos, preferentemente uniformadas para hacer patente la diferencia entre benefactor limpio  y beneficiado sucio.  Al fin y al cabo es sufrimiento es un don de Dios y acompañar  a los pobres y a los desnudos en su sufrimiento es tan divino que es necesario que existan siempre como prueba del control de Quiso sobre nuestras vidas.

“Nuestros sufrimientos son caricias bondadosas de Dios, llamándonos para que nos volvamos a Él, y para hacernos reconocer que no somos nosotros los que controlamos nuestras vidas, sino que es Dios quien tiene el control, y podemos confiar plenamente en Él.” (8)

 El justo no puede soportar esta visión de desiguales y debe atender de la manera más desinteresada, en abstracto por así decir.

El sufrimiento del desnudo, como el del hambriento en las virtudes caritativas  es tan necesario como el sufrimiento de quien presta la caridad, en una psicología  de feliz  satisfacción sadomasoquista ente el benefactor y el beneficiado. 

“Sin nuestro sufrimiento, nuestra tarea no diferiría de la asistencia social.”(8).
 

Es quizás por esta razón de valoración de dolor por la que la conocida  santa mujer que  pronunciaba estas frases  hacia actos de homenaje a productores de sufrimiento colectivo como  Enver Hoxa  en Albania  o Tontín Duvlaier en el sufriente y esclavo Haití.


Como vemos, la vestimenta da mucho de si.

En una ocasión, en un trabajo que llevaba a cabo en una de las profesiones que ejercí, tuve la oportunidad de tener una charla con un alto ejecutivo de la moda de unos grandes almacenes de Paris, el responsable de compas de la sección de vestido. Pasare por alto su aire de autosuficiencia y de pretensión de estarme diciendo sentencias de gran calado cuando respondía a mis preguntas con respuestas banales y frases hechas que el tomaba por filosofías.

“ necquiqam insipiente  fortunato intolerabilus fieri potest 

“Nada hay más insoportable que un  tonto  afortunado” (9)

En una e sus agudas observaciones me dijo, mirándome  de arriba a  abajo mi banal traje de chaqueta y corbata:(Afortunadamente hizo caso omiso de mi habitual “ torpe aliño indumentario” y aunque por profesional debio de apercibirse de la barata calidad del terno  no creo se fijase en los agujeros de las suelas que son frecuentes en mis  zapatos)  “Todos somos iguales   en el vestir hoy dia. Vd., mismo a pesar de ser español, va vestido, como veo, como los franceses”. Quizás el me imaginaba que debería venir  con capa corta  y chaquetilla de torero  y patillas de bandolero alpujarreño, como indígena de allende los Pirineos y no originario de la “ douce France”. “Gracias a esta forma de vida, que se refleja en el buen vestir, - añadía- vamos todos entrando  por el camino  del progreso en la civilización y el bienestar” Detrás de su globalización en el vestir había el orgullo de la dominación y de la superioridad. Esa superioridad etnocéntrica   y la sumisión neocolonial que supone  sobre  todas las otras formas de vida que por no haber tenido éxito en la eficacia y rentabilidad de la forma de vida del  capitalismo están abocadas a la extinción merecida para la estulticia triunfante, los “insipietes fortunatos”.   Es la parábola de la globalización económica y cultural que se experimenta en neustra tiempo y de sus esbirros intolerables



No obstante algo debía de convenir con aquel ejecutivo de Galeries Lafayette. La razón del progreso globalizador  estaba actuando con astucia porque, efectivamente,  se estaban ocultando   las relaciones desiguales de poder y condición  con vestimentas de igualdad, aparentemente. Digo aparentemente porque siempre entre un jersey de 20 euros y el del habitante de la Moraleja, por ejemplo, hay  una diferencia- no aparente- de precio de, más del 1.000%. Pero ya no podía decirse como decía Montaigne en sus tiempos.

“Encuentro mucha mayor distancia entre mi marea de vestir un  campesino de mi país que entre su manera y la de un hombre que se viste solo con su propia piel (10)-

A este poro osito recuerdo la argumentación de  Seneca en la epístola a su alumno Nerón de que desconfiase del vulgo porque los malvados podían ser muchos. Relatando para ilustrarlo que un senador romano quiso  que se distinguiesen los esclavos obligándoseles con una manera de vestir diferente de la de los libres. La iniciativa no prospero porque de inmediato se apercibieron del peligro de que los esclavos les fuese patente de que eran muchos y más numerosos que los libres que les dominaban, lo que podría alimentar la rebelión con esa toma de conciencia propiciada por la vestimenta desigual.  Hoy, a las clases subalternas se les viste  igual a sus superiores para que  su conciencia no se haga conciencia de la clase a la que pertenecen  sino que se identifiquen  con sus amos y no haya ocasión de verificar el número de los pobres y muchos. El gobierno de los pobres y muchos es la definición genuina de la democracia como nos recuerda Aristóteles. De esta manera se puede apelar a deberes y obligaciones comunes y solidaridades  en tanto que “género humano”. Este” genero” quizás con la diferencia del vestir se podría  comprobar que no era sino una fábula  por mucho que se le ensalzase como único y global.

el género humano no existe, lo que hay son las relaciones de poder” (11)

La  globalización debe de incluir en el concepto de igualdad al emigrante de Costa de Marfil que sobrevive solo  con té como alimento  principal, hacinado  a ocho por metro cuadrado en buhardillas y el distinguido  propietario del piso de 500 m2 en av. Hoche. En efecto, ambos llevaban pantalones ( las antiguas “ culottes  ) y ya no había “ sans culottes”.

 (1) Antonio Machado.- “retrato”
(2).- Plauto “Aurularia”.-92,A
(3).-Baltasar Castiglione.-El Cortesano.
(4) Juvenal Satira VI 445
(5) Horacio Odas     IV ,12 ,27
(6).- Aforismo Jurídico, que significa que la excusa de quien no es acusado, significa la propia acusación de sí mismo.
(7).-.-Ovidio.-Metamorfosis.- I. 502
(8) Madre Teresa de Calcuta.
(9).- Ciceron “de amicitia” XV, 54
(10).-Montaigne.-“Essaies”.-Lib I cap XXXV.- Ensayos. Ediciones AScatilado Barcelona 2007.-p  307.-
 (11).-J.J,Rousseau. “  le genre humain c´est rien. Il ný a que les puissances que sont quelque chose”  (Carta a  Dom Deschanps del 12/9/1761




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