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...EL MUNDO HA DE CAMBIAR DE BASE. LOS NADA DE HOY TODO HAN DE SER " ( La Internacional) _________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________

6/12/16

REZAR



Por Miguel Angel Domenech

“No está claro a que dios ha de hacerse un sacrificio cuando la tierra tiembla”.-

Aulo Gelio Noches Aticas. Lib Ii XXVIII



Me es difícil entender a los que rezan, lo hagan a Dios , a los dioses o los santos. En uno de los episodios  de la serie de TV de los Simpsons en que van a enfrentarse en una competición deportiva los hijos de  Homer Simpson y de Flanders, Homer, conociendo la piedad de Flanders, y que rezaría solicitando la ayuda de Dios a su favor,  le advierte  muy sagazmente , “…. y ahora de nada te sirve rezar Flanders, porque yo también lo he hecho”. El astuto Homero,  no pensaba otra cosa que lo que decía Epicuro  más de 2.300 años antes.


“ Si la divinidad hiciera caso de las suplicas de los humanos,  rápidamente perecerían todos por suplicar continuamente unos contra otros numerosos y terribles males” (1)


Como muchos, pienso que los dioses no tienen entre sus divinas ocupaciones la de entrometerse en los asuntos humanos, y si lo hacen lo harían a su completo, divino arbitrio y soberano capricho, y que aquellos que les rezan para pedirles favores no tienen en cuenta el carácter divino, infinitamente omnipotente y omnisciente propio de la divinidad, por definición.



 Otra cosa seria si la oración fuese como un sano desahogo expresivo  en la adversidad  lo cual es psicológicamente muy recomendable, pero que no garantiza eficacia alguna puesto que.


Dei facientes adiuvant
 “Los dioses ayudan a los que se esfuerzan”. (2)
Y
 Dei fortioribus adsunt
“Los dioses se hacen presentes a los más valientes” (3)


No todos están de acuerdo con esta función posicologicamente  sanitaria  de la oración, pues en el tetrapharmakon- es decir los cuatro  medicamentos del espíritu-  de los  epicúreos figuraba como primer medicamente reflexivo: “los dioses no existen”, junto con los otros tres  siguientes: “ La muerte no es de temer, los males no lo son tanto, los bienes necesarios son fáciles de alcanzar”

 Otra razón del orar  sería la del ejercicio de un reconocimiento de obediencia e inferioridad ante el esplendor  de lo divino. En estos casos, su explicación es simplemente de orden psicológico y subjetivo, y nada garantiza, ni debe de garantizar  en rigor, que Dios les haga caso  porque si los oyese como consecuencia del ruego, o bien es que con anterioridad al rezo, no sabía, y deja de ser Dios, o es que se complace  sádicamente con el reconocimiento, temor, temblor y humillación  suplicante de  los humanos y entonces es más  diabólico que santo. Sin llegar a ser tan malintencionados  sospecho que  cuando se   ruega  a un dios salvador, solo resulta salvado aquel que, sin necesidad alguna o por su propia culpa , se ha puesto en trance de tener que ser salvados. . De ahí que muchos malintencionados ateos – entre los qu eme cuento- piensen que un pueblo que repite  periódicamente  y ritualmente  “perdona a tu pueblo Señor” no puede estar compuesto de hombres libres y el rito no es sino un arma de persuasión para que las víctimas se consideren a si mismas como causantes  del daño y de las injusticias  que sufren y de paso se vayan acostumbrando a que es este el hacer  habitual de los Señores:  el ser fabricantes de opio.
 

Por fin, se sitúa el rezo de adoración gratuita y desinteresada. Gran parte de la expresión  conocida de esta adoración es equivoca, y vuelve a negar a Dios. Así ocurre en la invocación  de una religión, llamémosla “vertical”, por ser esencialmente de adoración,  del Islam. Su  “Alah es el más grande” ( Alah Uakbar) reconoce que Alah es relativo no absoluto, pues se explica en términos de comparación aunque sea superlativa:  “ el más”  entre otros ,  con los que cabe la comparación. En el cristianismo esa salmodia de adoración desinteresada  se comparte con la otra de petición, ambas cosas son oficialmente y ortodoxamente  llamadas oración, con lo que no se sabe cual sea su común denominador de todo ello  sino  el de que  existen  hombres que creen en divinidades y a ellas se dirigen. En realidad, detrás de cada una de  estas formas de oración  se encuentra una forma diferente de la fenomenología de lo religioso y no puede responderse qué es lo que sea la adoración si antes no hemos respondido  a qué es una religión.  Pero la  pregunta  sobre qué cosa  sea una religión  se complica más aún si consideramos que cualquier caradura con medios y habilidad como Ron Hubbart, el inventor de la multimillonaria iglesia de  la cienciologia,  puede crear una por muy disparatada que sea.  
 

La martingala de Homer Simpson era pues extremadamente astuta, y aconsejable a todo participante en algunos juegos olímpicos cristianos pues  hacía caer a Flanders y a su dios en sus propias trampas. Si éste era infinitamente misericordioso y justo , como debe ser el infinito en todo,   con el truco Homer, debió quedarse infinitamente  perplejo, pues su justicia  no podía permitirse  dar a uno lo que se niega a otro y su misericordia no podía dejar perder a un suplicante.  En cualquier caso, el rezo exige siempre un dios antropológico a imagen y semejanza del humano.
 

“Los etíopes dicen que sus dioses son chatos y negros y los tracios que tiene  los ojos azules y son rubios. Si los bueyes, caballos O  leones tuvieran manos y fueran capaces de pintar con ellas  y de hacer figuras como los hombres, los caballos dibujarían las imágenes de los dioses semejantes a las de los caballos, los bueyes semejantes a los de los bueyes y  harían sus cuerpos y tal como cada uno tiene el suyo (4)
 

Solo escaparía de ese antropologismo  ver a Dios como un absolutamente Otro, no a nuestra imagen. Es el luminoso, misterio tremendo  y fascinante de lo Santo de Rudolf Otto o de Mircea Eliade . Pero la contemplación de ese inmenso absoluto tampoco llevaría a acto alguno, ni de palabra ni de obra, sino solo a un absoluto pasmo. Desde el momento en que se pronunciase palabra del género “Hágase tu voluntad” o “¿Que quieres  que haga?”, u oración de cualquier género  estaríamos nuevamente derrumbándole de su alteridad total al atribuirle voluntad o, al menos oídos. Hablar siempre se hace a alguien de quien se espera  que escucha. Machado debería leerse así al revés. No,

“Quien  habla solo espera hablar a Dios un dia” (5)

sino, mas bien, en un soliloquio de:

“Quien habla a Dios un dia , solo espera hablar”
 

Esta inversión  es quizás la razón de ser de la plegaria y de que la oración haya constituido el hecho cultural históricamente más permanente. La plegaria es un acto  de uso de uno de los instrumentos mas característicos de la condición humana: la retórica, el uso de la palabra que tiene que utilizarse para persuadir a un Dios, cosa que es contraría a toda consecuencia o coherencia  teológica verosímil. Que la divinidad sea susceptible de ser persuadida por los razonamientos que los hombres le dirigen, exige  cambiar el paradigma de la naturaleza de Dios , de manera a hacer de él una potencia infinitamente misericordiosa, cosa que nunca es evidente de por si y que se deduzca de la infinita potencia. Fue la presencia de la retórica de la oración la que “produjo”  dioses buenos  y atentos y no al contrario, la constatación de su naturaleza bondadosa  lo que suscitaba la petición orante. El dios, para el que  se ora, debe de tener una forma de comunidad con el humano para que sea posible el uso de la persuasión con él de la misma manera que se usa para convivir con los semejantes. Tiene que haber una forma de agora pública donde se ejerza la palabra para convencer a otro, a imagen de las formas políticas de organización dela ciudad. La iglesia, el templo cumple esas funciones  , junto con la liturgia, es decir las de de una retórica, que solo funciona con alguien que es próximo y que asista a la asamblea donde se exponen las propuestas y razones y que no que sea absolutamente otro. Ese dios construido a imagen y semejanza de la organización de las cosas publicas humanas  es el mismo dios del orden cosmológico construido  a imagen de la organización espacial  humana, con su leyes, jerarquías y  normas, que

“ deben de respetarse más que las murallas en la ciudad” (6)

 Ante al dios absolutamente otro, ante cuya soberana sordera no cabria sino adoración y acción de gracias permanente,  se justificarían los reproches  de sus orantes como los de aquel tirio  Yarbas  de la Eneida quejándose de que tanta potestad de Júpiter no era paternal sino  un fuego  enorme pero fatuo:

Jupiter omnipotents,… aspicis haec? An  te genitor,  cum fulmina torques, nequiquam horremus, caecique in nubibus ignes terificant animos et inania jmurmura miscent?..nos munera templis quioppe tuis ferimus, fammanque fouvemus inanem!”

“ Omnipotente Jove, …¿ ves mi ultraje?, ¿ O es , Padre mío,  que  al vibrar tus rayos causas terror vano, y son tan solo ciegas exhalaciones de las nubes, hueco fragor que sin razón espanta?...mientras dones acumulo en tus templos y me aferro al vacuo honor de reputarme tu hijo” (7)
.

Aunque muy bien los dioses paternales exigidos por Yarbas  podrían replicarle  aquello que decía Epicuro.
 
         “ es estúpido pedir a la divinidad las cosas que uno no es capaz  e procurarse a si mismo”(8)
 

Tanto más aquellas en que si se fuese capaz.

 Es una de las razones por lo que las creencias religiosas son necesariamente de ejercicio público y por lo cual las instituciones religiosas organizadas de la religión  en formas de iglesia u o similar, han desconfiado siempre de los místicos como algo tolerado pero como una excepción de conducta no predicable para todos. Lo carismático y profético, por su carácter individual, está al límite de lo permisible por lo eclesiástico, e incluso estos místicos casi siempre se proponen  una misión de reforma no contentándose con su relación privilegiada solitaria con la divinidad. El uso de la retórica publica en ese ámbito no puede evitarse ni siquiera en aquellos a los que de manera excepcional se les ha aparecido la divinidad, en la cultura popular, pues los pastorcillos de tantas apariciones de virgenes en cuevas se hacían desde el inicio portadores de un mensaje retorico dirigido a las autoridades eclesiásticas, de denuncia y de acusación de pecados que debían de corregirse con urgencia. Es raro  que se mantenga solo el que reza solo, Dios siempre está en alguna forma de aglomeración humana o foro donde pueda escuchar el turno de palabra de  los oradores.


Otra cosa es cuando los dioses viven cerca, en alguna montaña, o fondo de mares, o abismales simas,  o lugar que incluso no siendo terrestre, tiene acceso y continuidad con la tierra. En ese caso, la simple  relación de vecindad aconseja la piedad hacia los dioses como muestra de cortesía, regalo  y hospitalidad. Al vecino poderoso debe tenérsele contento.  Asi ocurrió durante algún tiempo. Los dioses, entonces,  vivian entre nosotros, pero esa costumbre pronto quedo abandonada por los seres divinos.


Cuenta Heródoto, en el libro II de sus Historias que en su viaje por Egipto sus informadores le dijeron que en el transcurso de once mil trescientos cuarenta últimos años ningún dios se había aparecido en forma humana. Los egipcios aseguraban que sabían con certeza estas cifras porque siempre habían llevado la cuenta de los años y llevaban sus registros. Según estas informaciones, el último dios que había convivido con los hombres había sido Heracles. Anteriormente estuvo Pan en torno a los 15.000 años antes y, anteriormente varios años atrás, Dionisio. Estos cálculos no coincidían con los propios que estimaban los griegos y que expone Heródoto: el dios más reciente que pudo vivir ente los humanos había sido hacia 800 años, es decir en tiempo de la guerra de Troya y éste era Pan, hijo de Penélope y Hermes. Con anterioridad se tuvo a Heracles hacia unos 900 años y anteriormente a Dionisio unos mil años antes aproximadamente. Como este relato es del año 446 a. C., en la época en que Herodoto estuvo en aquella tierra, resulta que la horquilla de estimación de la residencia ultima de los dioses en la tierra se sitúa entre los 17.000 (versión Egipcia), y los 3.258 ( versión griega).
 

Pero las estancias divinas en nuestra tierra entre aquellos dioses que se conocían entre la Hélade y Egipto no tenían el carácter  que posteriormente tuvo. En efecto, se ha dicho que para los dioses del Olimpo- que por cierto era un monte bien anclado en el terreno- la tierra era su paraíso. En muchos casos, los dioses venían a compartir los goces terrenales con los humanos, tanto los sexuales como los gastronómicos. En esta actitud hasta el mismísimo Zeus podía  incluirse. Así, se relata en la Ilíada, que cuando la hija de Zeus, Afrodita, fue a buscarlo para requerirle de ciertos servicios que en su opinión debía de prestar a los humanos, tuvo que esperar su tiempo pues el mismísimo dios que  separa las nubes estaba ocupado compartiendo banquete y honores con los etíopes, los más piadosos de los hombres. En otra ocasión fue Poseidon que no pudo asistir a una convocatoria de todos los dioses  por estar igualmente  entretenido con aquellos mismos etíopes.

Pero este se había ido a visitar a los etíopes que habitan lejos- a los etíopes  que están divididos en dos grupos, los más remotos de los humanos, unos por donde se pone Hiperion, los otros por donde sale., y allá asistía a una hecatombe en su honor de toros y carneros.  Mientras él disfrutaba del festín presenciándolo, los otros dioses se habían reunido en el palacio de Zeus Olimpico”. (9)
 

Hubo ocasiones en que los propios dioses se quejaron de la injusticia que hacia su consideración cometían los humanos al atribuirles males de los que no eran responsables sino los hombres mismos. Así en la Odisea.
 

“ ¡Ay, ay! ¡ Como les echan las culpas los mortales a los dioses!.¡ Pues dicen que de nosotros proceden las desgracias  cuando ellos mismos ,por sus propias locuras tienen desastres más allá de su destino!” (10)

Otro lugar lleno de dioses, y también lleno de vino y rosas y gozo de vivir son las odas  de Horacio. Bien es verdad que su presencia es literaria y esta vez llena páginas, alusiones y menciones en vez de materializarse, pero los dioses hacen lo que quieren y como lo quieren pues tal es su potente  naturaleza.  

Para la versión de los cristianos, a un dios se le había visto llegar en el año uno, hace hoy solamente, por lo tanto, dos mil diez y seis años. Pero en este caso se da la circunstancia que vino y se quedó para siempre. Aunque bien es verdad que por tercero interpuesto, es decir por la Iglesia que los propios cristianos que constituía el mismísimo cuerpo  - aunque místico- de Cristo.  Nadie había pretendido anteriormente tanto.

En la versión egipcia se añadía- continúa Herodoto- otros cómputos milenarios, tales como que en el transcurso de aquellos 11.300 años el sol había cambiado cuatro veces de posición: en dos ocasiones había salido por donde ahora se pone y en otras dos por donde ahora sale. Con el paso de de esos años, nada en Egipto se había alterado por aquellos hechos divinos o astrológicos, ni los beneficios del rio Nilo, ni, entre los humanos, sus enfermedades o las condiciones de la muerte.
 

Cosa diferente ocurrió entre los cristianos, que con la llegada de aquel dios, dados sus celosísimos sentimientos que no consentían competencia alguna, todos los otros, los antiguos, los presentes y los por venir, fueron rechazados y borrados de la foto oficial debiendo considerarse los que hubo antes como inexistentes a la manera como Stalin hacía con sus oponentes. Las circunstancias en solo esos 2.000 años se alteraron por lo tanto muchísimo. Particularmente en lo que se refiere a las condiciones de la muerte porque también se procedió al exterminio de los que creyeran en otros dioses que no fuera ese último recién llegado.

Bertrand Russel ya nos señalaba el carácter más bien antipático de aquel Jesús. Así se lee en los propios evangelios en los que se relata la vida de un Jesús fundamentalista,  que  consideraba que los que no estaban con él estaban contra él, clamaba advirtiendo de que a sus contrarios  se les tenía reservado un lugar que sería el “ llorar y crujir de dientes”, déspota con sus apóstoles, respondón desde niño  con su padre , su madre y hermanos, malencarado con quienes le contradicen o se equivocan, soberbio y prepotente. Endiosado  de si mismo sería la palabra más oportuna  .

Este dios en la tierra   era  hasta caprichoso y irascible , siendo  presa de cóleras  violentas que le llevaban  a  esterilizar una higuera al no obtener los higos cuando los deseaba  fuera de temporada o precipitar  sin más miramientos hacia  su propietario,  a todo un rebaño de cerdos al mar tras meter en sus cuerpos a los demonios, o lanzarse como un  loco a destruir chiringuitos de vendedores ambulantes por juzgarlos no autorizados a vender donde lo hacían como si de un municipal celosísimo  contra los top-manta se tratase….Hubo un tiempo , en la literatura filosófica,  en que se trazaba un paralelismo entre Sócrates y Jesús porque ambos  habían sufrido una muerte injusta  y por su coherencia y consecuencia en la conducción de su vida. Pero no es comparable el gozo de vivir de Socrates, sus afectuosa relación con los amigos, su amor por el dialogo tolerante y modesta  pedagogía, con el malhumor permanente del otro, soberbia y autosuficiencia intolerante,  que si, como hijo, debiera, como es normal,  parecerse a su divinio padre, muy mala información nos estaría dando del carácter de este último de  quien habría heredado su temperamento  desabrido y mal encarado.  
Es normal por lo tanto, que no todos lo cuenten entre las personalidades divinas que nos han visitado, y en efecto, Celso se hace eco de otro relato sobre el origen de ese Jesus, que es más verosímil, si hemos de tomar en cuenta aquellas   malas maneras y tan poco divino carácter.

“ Comenzaste por fabricar una filiación fabulosa,, pretendiendo que debías tu nacimiento a una virgen. En realidad eres originario de un lugarejo de Judea, hijo de una pobre campesina que vivía de su trabajo. Esta, culpada de adulterio  con un soldado llamado Pantero, fue rechazada por su marido, carpintero de profesión. Expulsada asi y errando de acá para alá, ella dio a luz en secreto. Más tarde, impelida por la miseria a emigrar,  fuese a Egipto. Alli alquilo seis brazos por un salario mientras tanto, tui  aprendiste algunos de esos poderes mágicos de los que se ufanan los egipcios. Volviste después a tu país, e, inflado por los efectos que  sabias provocar, te proclamaste dios. “(11)
Desde otro punto de vista también las diferencias de presencias divinas entre el grupo helénico y el dios bíblico, evangélico y teológico, son muy grandes. Ya se ha señalado que la motivación de los primeros  en venir a tierra era de orden placentero, la del otro es de orden, por asi decir,  notarial. En efecto, las andanzas del hijo de dios por la tierra se justifican teológicamente para redimirnos de un pecado original cometido por nuestros ancestros Adan y Eva, que había quedado registrado como si de un notario celosísimo se tratase, en la memoria de dios. No se entiende muy bien porque había de venir el hijo de aquel que había sido , a la vez,  agraviado,   juez , notario y registrador ,para cambiar esta  rencorosa herencia, en vez de hacerlo directamente su padre mismo.  
Por otra parte, parece que dejó su misión a medias, puesto que dejó la redención de nuestra humanidad caída, y retornó al paraíso,  para más tarde, para una segunda venida que nunca se produjo por mas que sus apóstoles y Paulo de Tarso mismo la creyese inminente. Ni entonces ni en el año 1000, segunda ocasión en que se consideraba oportuna, se produjo esta vuelta.

La entronización del cristianismo como religión del Estado fue el sucedáneo que sirvió para olvidar el retraso y posteriormente el doloroso incumplimiento del retorno del Mesías. “Jesucristo anuncio el reino, fue la Iglesia la que vino” dijo Alfred Loisy.  De ahí el aferramiento histórico  de la Iglesia a constituirse en poder temporal. Si la asimilación Estado-Iglesia faltase, quedaría al descubierto y resucitaría ese dolor de lo incumplido. No quedaría sino esperar el fin de los tiempos.  De alguna manera la Iglesia se condena a si misma a  ser, ya que no  Estado, porque se le ha hecho imposible, influencia en los Estados.

Las consecuencias de las idas y venidas por la tierra de aquellos otros dioses, que venían sin mensaje, ni prédica , ni dogma ni libro alguno, ni intermediarios sacerdotales jerárquicamente organizados, ni iglesias,   nunca fueron políticamente tan desastrosas ni por su duración,  ni por intensidad ni por tanto  empeño  tozudo  y rencorosa permanencia. La venida del ultimo dios, sin embargo , la estuvimos sufriendo tanto en guerras, como en  persecuciones y  condenas que  nos  hicieron, por el contrario e inexplicablemente detestar y no desear nunca más que otro ser de los cielos viniese nunca salvo para  esperar salutíferas llegadas que corrigiesen el desastre .  Los partidarios del ultimo llegado- Josua , el del año I-  dicen que esta última y definitiva  venida será precedida de  un apocalipsis de monstruos y fuego. Dado lo que se produjo a causa de esta ultima ,y con posterioridad a ella, es muy verosímil que así suceda esta vez.

Puesto que este último recién llegado, se ha atribuido poderes temporales, de regulación de conductas como si un Cesar, un gobernante de los asuntos humanos  se tratase, no conformándose como los anteriores en regir las cosas celestes podemos pensar que la diferencia entre aquellos dioses antiguos y este ultimo sea aquello que decía Maximo Valerio.

 “ reliquos enim deos accepimus, Caesares dedimus.

“ Los otros dioses los hemos recibido, los Cesares  los hemos dado nosotros” (12 )

En los monoteísmos, la razón del rezar se complica. El cónsul romano Marco Marcelo, en el año 222 a.C.  se apodero consecutivamente de las ciudades de Clastidio y de Siracusa y quiso construir un templo al Valor y al Honor,  divinidades a las que había rogado la vitoria tal como había prometido en sus oraciones. El colegio de  pontífices, no obstante, se lo prohibió  estimado que no podía hacerse un solo templo a dos divinidades distintas ya que si acaecía alguien prodigio  como consecuencia de haberse rogado o rezado en el templo o  solicitado algo ofreciendo sacrificios y ritos en aquel lugar sagrado no se sabría a cuál de las dos atribuírselo. En las Iglesias cristianas no parece que ocurra esto porque el monoteísmo  que suponen da a entender que el favor viene de un solo dios a pesar de que se haya dirigido la oración a alguno de sus santos  como intermediario abogado. Pero  entonces- y aquí viene la complicación, el milagro no es atribuible a la misericordia del dios único sino a la elocuencia del intermediario en el ejercicio de sus oficio de abogacía. Y vuelve a plantearse el mismo problema que vio aquel colegio de pontífices cuando el orante ha solicitado el favor de varios santos patrones, poniéndoles en santa competencia. No tengo noticia de si algún colegio episcopal ha debido dirimir tan peliaguda cuestión.


No he mencionado otra generación de dioses, esta vez laicos, es decir populares, venidos en el siglo XX y aunque no se encuentran testimonios tan dignos de crédito como en los anteriores grupos, no son menos abundantes los documentos que dan cuenta de ellos. Relatos de ciencia ficción, películas, comics, nos relatan las hazañas divinas de estos, generalmente llamados superheroes. Algunos de origen celestial como Superman, otros de orígenes más modestos pero poderes iguales o mayores, pero    cuyo nacimiento  se debe a algún accidente natural, una mutación, una radiación, generalmente nuclear, o una invasión de otro mundo Con poderes tales como  invisibilidad a voluntad,  cuasi-ubicuidad  por su vertiginosa rapidez, traspaso  sin daño de paredes, encendido abrasador , lanzamientos diversos de proyectiles ,y otros sobrehumanas facultades milagrosas, podría calificárseles de divinos si o fuese porque ellos mismos no se pretenden ese calificativo. El primero en aparecer, fue un llamado Superman, de nombre kriptonitiano Kal-El. Vino  a los Estados Unidos en los años 30, coincidiendo con las consecuencias socioeconómicas  del crack financiero, lo cual explica su venida porque.

“adversae res admonent religionem”

“Las adversidades llaman a la religión” 
 “Timor fecit deos”
“el temor hace a los dioses” (13)

 De él contrastaban sus desorbitantes poderes con la modesta misión y uso de ellos hacia al  en atrapar pillos urbanos de poca monta. Una modestia y economía de medios y control de todo exceso  que le hace honor. Por el cumplimiento  del clásico  “nada en demasia”, es mi favorito. Pero  a él le ha seguido una innumerable tropa que se imponen exageradas misiones de salvar el mundo de riesgos tan enormes como enormidad tiene sus soluciones salutíferas.  Lo común  y característico de este último grupo de visitantes es que,  a diferencia de los del Olimpo, ninguno lleva una vida feliz sino que están siempre embargados y complicados personalmente  en problemas psicológicos, amores imposibles,  temores, angustias, complejos de personalidad y desequilibrios relacionales  , sufriendo  todo género de patologías clínicas que hacen la competencia con honor a los lamentos y reflexiones dolientes de los santos místicos  católicos que o bien “ morían porque no morían” o sufrían orgasmos , elevaciones  y desmayos autoinducidos , amores imposibles igualmente dado su voto de castidad y el inasequible objeto  divino de sus deseos,  o desviaciones sadomasoquistas.

Afortunadamente no se les reza, sino  como mucho que se les solicita, normalmente por via periodística o policial, según cada guion. Casi siempre  , ellos mismos, como  corresponde a su omnisciencia, y con mas rigor que el dios  a quien se reza,  ellos mismos se dan cuenta de las miserias  humanas y acuden raudos en cuanto tienen conocimiento de ello.

Con mayor acierto, por lo tanto, deberíamos llamar a la última generación de estos seres, santos, más que dioses. Pero hoy estos santos, o héroes o dioses, tienen una gran ventaja moral sobre aquel Dios de la Biblia y del catecismo cual es sus inofensivas consecuencias  sociales y políticas dado que carecen de propuesta en ese campo. ( salvo un cierto aroma capitalista de Superman por su  obsesion por proteger la propiedad privada). No ocurre asi en el monoteísmo judeocristiano. Porque es impensable que una comunidad de creyentes que repite rezando  de manera incansable, como mas arriba digo,  “perdona a tu pueblo Señor” pueda reivindicar adhesión a la más mínima autonomía y autoafirmación de la voluntad popular sobre los Señores o sobre cualquier Señor que les ordene y mande. Ya vienen preparados.   


Hace tiempo que no he vuelto a tener ninguna discusión con algún creyente sobre la existencia de dios, costumbre frecuente cuando se era joven. Deje de hacerlo por imposible. Cuando se discute sobre Dios, la radicalidad de las preguntas cesa en el límite en que el que afirma su existencia decide que es un sinsentido preguntar ni discutir dado  que en ese momento , oportunamente se apela  al  carácter misterioso e inalcanzable del objeto que se pretende conocer. Dicho de otra manera, el atributo de infinitud destruye la posibilidad de justificar a Dios partiendo de la razón humana que estamos usando al hablar de él porque lo finito no puede contener lo infinito.

Esto es como un infantil  romper las reglas del juego porque se va perdiendo al jugar. Antes de haber aceptado la posibilidad de hablar de Dios y no simplemente  rezarle se hubiera debido pensar en que iba a hacerse esa trampa en el curso de la polémica. Mas honrado hubiera sido desde el principio advertir  de  un credo quia absurdum, pero no se puede  practicar la “ eutanasia de la razón” a mitad de camino, cuando el niño está ya nacido y aparece como un niño rebelde. Dios , al final actúa con aquello de .


“sic volo , sic iubeo, sit pro ratione voluntas”

“Lo quiero , lo deseo, en lugar razón, voluntad” (14)

Por todo ello, quedamos obligados, una vez más,  a callarnos y se nos obliga a que  de  Deo semper silemus  y solo le recemos.


Lo bueno de la creencia es precisamente que es inexpugnable.

Hace poco recibí la llamada a mi puerta de  una señora que debía de ser testigo de Jehová o de cualquier otro grupo similar que se ponen como obligación la salvación del prójimo. No pude diferenciar a  cual de ellos pertenecía, cosa que es una labor  imposible y de matices tan sutiles que están lejos d mi entendimiento del asunto.  Ante su insistencia en querer hablar conmigo para salvarme, con el fin de  deshacerme de ella no  se me ocurrió preguntarle de que perdición  iba a salvarme sino símplemente  le dije que  se ahorrase el esfuerzo pues era completamente ateo.  Aquello- ¡ ay de mi ¡-  le estimulo aún más, y de inmediato su ánimo polémico se encendió  preguntándome  con un  paternalismo enternecedor y benevolente   como quien se dirige a un niño perdido  e ignorante de las evidencias . “ ¿ Entonces quien ha hecho esta luz?” y me mostraba  en un gesto amplio todo lo alrededor. Afortunadamente para ella, hacia un tiempo muy bueno y soleado y no se había dado cuenta de que soy casi ciego. Le respondí – no se si inspirado, molesto por considerarme un ignorante, o deseoso por desprenderme de ella-. “ ¿Y eso es todo lo que puede hacer Dios?”. Como no se esperaba esa respuesta  terminamos la conversación y  cada uno se fue por su lado. 

   Después he oído que plantear preguntas raras, que desconcierten, es una estrategia interesante frente a vendedores ambulantes. En el caso de la pobre señora, debo decir en mi defensa, que no era una pregunta disparatada ni incoherente. Porque  venía a argumentarle  a la piadosa apóstol que el atributo de infinitud de Dios   destruye la posibilidad de justificar a Dios partiendo de su obra. Pues esa obra no puede ser el límite de Dios siendo un ser infinito, a menos que afirmemos el agotamiento de su potencia en lo  ya ha hecho.

“ la raison ne trouvera jamais de rapport entre Dieu et nul autre être quelconque, entre Createur et Ouvrage, entre fini et infini

La razón una encontrara relación entre Dios y otro ser cualquiera, entre Creador y su Obra, entre finito e infinito” (15)

 Algo parecido le sucedio a Agustín de Hipona al   preguntarle que en qué se ocupaba Dios antes de crear el mundo. Pero Agustín no se amilanó sino que respondió. “En imaginar el castigo que habría de merecer los  blasfemos que plantean  descaradas  peguntas” .

No es demérito de aquella señora que me presentaba a su manera las cosas divinas porque su planteamiento era nada menos que el mismo del filosofo Agustin de Hipona , es decir buscar antes el reconocimiento  que el conocimiento, y como el mismo Tertuliano que elogiaba como sabia al anima idiotica. Lo que debemos conocer, esencialmente, es lo que Dios nos revela y lo que no está revelado por él no es cognoscible o no merece la vana curiosidad humana.

A la apostólica señora evité conducirle por la vía de replicarle a su argumento de quien había hecho la luz con  la repregunta de quien había hecho a Dios porque ya sabía  su respuesta. “Dios es eterno y se hace a si mismo”. Y también sabia la respuesta a mi segunda posible réplica. “¿ Y porque la luz no sería omnipotente y se hiciese a si mismo?” porque réplica y tras replica terminaríamos estancándonos en la réplica total de la señora si es que la habían preparado bien como parecía ser el caso. “Es inexplicable porque no puede entenderse a Dios siendo infinito  por una inteligencia y razon finita”. Ya lo dijo San Agustin en su celebre parábola del niño que trataba de entrar todo el mar en un hoyo de la playa. Dios exige la eutanasia de la razon. Y permanecer oculto es el truco que permite a Dios sobrevivir.Los nominalistas medievales lo habían repetido sin cesar. Dios es lo que quiere porque lo quiere y es lo que es por un “porque si” absoluto e irrefutable ante el que no hay más que callar. 


En su esfuerzo por que yo reconociese la verdad, la predicadora de Jehova estaba más cercana a la patrística que el párroco católico de mi pueblo en cuya sacristía se organizaban las listas electorales y  redactaban las verdades  que el  programa  político de un partido  presuponía  que debían conocerse. 


“Praestat per deum nescire, quia non revelaverti, quan per  hominem  scire, quia iose  praesumserit”

“Es mas importante para Dios no saber, porque no lo ha revelado, que  para el hombre  saber porque el mismo lo supone” (16).

Como señala Blumenberg al hablar de aquellos filósofos del primer cristianismo: 

“Una ignorancia libremente elegida podía convertirse, así pues, en un acto de reconocimiento del derecho exclusivo de Dios sobre la verdad y su libre disposición” (17)

La única convergencia  de mi párroco  en el secreto de su sacrista y la predicadores que traen la luz a colación de una demostración de la existencia de un Dios que la creó, es que, paradójicamente deben de anunciar, desdiciéndose,  que no es en la luz donde se encuentra la verdad sino en los oscuros  arcanos misteriosos de la razón divina como un tesoro escondido reservado  a él de lo que – como topos en la oscuridad- sólo vislumbramos las dosis de revelación que  él se ha dignado darnos a conocer.


Pero la cosa no tendría importancia si fuese un asunto únicamente de párrocos. Ya sabemos desde Lutero, que su reforma consiguió la desaparición del párroco para hacer de cada uno de los cristianos un párroco de si mismo y en esto el catolicismo le imitó con la única reserva de mantener al párroco en ambos sitios. Así , todo apostólico católico se hace un deber de enseñar al que no sabe y mostrar en todo momento su extrañeza ante los increyentes porque  “ son ciegos” al no tener la sensibilidad de admirarse por los bellos paisajes, amaneceres y noches estrelladas, los cantos de los pájaros y los vestidos de las flores y deducir de esa contemplación un agradecimiento obediente a quien es capaz de tanta belleza. En la revista que se publica con motivo de las fiestas de mi pueblo, hay un celoso escritor creyente que todos los años redacta colaboraciones cuyo argumento es ese y sus títulos van de “ los ateos son idiotas” a “ los ateos son insensibles”. Sus reflexiones son muy apreciadas en general por la población del  municipio y sus autoridades.  Aunque no le sigamos en el viejo y desacreditado  argumento de no que hay reloj sin relojero se debe reconocer algo que quizás no era su intención pero que es de consideración: solo como fenómeno estético  queda justificado el mundo. Es decir, y dado  el carácter de construido y de juicio  de todo nuestro conocimiento como se nos ha demostrado desde Kant, que solo se explica el mundo porque queremos y necesitamos explicarlo para que nos sea habitable. Esto se hace más evidente aun en la perspectiva estética, pues el concepto de lo bello  y lo feo es particularmente característico del hecho de la construcción  por parte de un sentido común acordado, de  la manera de operar  de nuestros juicios. Ese sentido común puede tener añadiduras de otro género reflexivo y judicativo  , entre las que se situarían aquellos que ven en las flores impúdicos  órganos de seducción sexual o en el rojo de los atardeceres y rosa de los amaneceres, fenómenos de la misma naturaleza que  las terribles conflagraciones lumínicas de las  tremendas catástrofes en que consiste el firmamento, como un inhumana máquina sin sentido  potentísima y  desaforadamente enloquecida sin ninguna consideración hacia neustra vidas e intereses. Esto ocurre recemos o no recemos.      

(1).- Epicuro,  en Epicuro “Obras completas”. Ed. Catedra Madrid 1995.-p 117
(2).- Varron. De re rustica (1, 1, 4, 4)
(3).- Tacito- Anales
4).-Jenófates.de Colofon.- Kirk y Raven  frag 171,172.- Fr 14 y 15   Clememte. Strom. “Los filosofo9s presocráticos”.-Gredos 1970.-Madrid.
(5).-Antonio Machado.-Retrato
(6).-Heraclito
(7).-) Virgilio.-Eneida.-  Lib IV,208- 210, 217-18
(8).- Epicuro.-Op. Citada p 104
(9).- Iliada.- Canto I  23-30.
(10).- Iliada, Canto I,  33- 36
(11).- Celso.-“El discurso verdadero contra los cristianos”.- Alianza Ed.  Madrid 1988 I, 7.
(12).-Maximo Valerio .- Hechos y dichois memorables.- I, Prefacio
(13).- Tacito.-Annales 3.6
(14).-.-Juvenal Sátiras,  VI ,223
(/15).- ( Rousseau.-Carta al Conde de Charmettes 1742)
(16) .-Tertuliano.-De anima 1,6
(17).-´Hans Blumenberg-.- “ La legitimación de la edad moderna”.-Pre-textos Valencia 2008.-p  302d

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